Las Cosmicomicas

Páginas: 176 (43887 palabras) Publicado: 3 de septiembre de 2015
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LAS COSMICOMICAS (1965)
Italo Calvino
La distancia de la luna
Hubo un tiempo, según Sir George H Darwin, en que la Luna estaba muy cerca de la
Tierra. Las mareas fueron poco a poco empujándola lejos, esas mareas que ella, la Luna,
provoca en las aguas terrestres y en las cuales la Tierra pierde lentamente energía.
¡Claro que lo sé –exclamó el viejo Qfwfq–, ustedes no puedenacordarse, pero yo sí.
La teníamos siempre encima, a la Luna, desmesurada; en plenilunio –noches claras como
de día, pero con una luz color manteca– parecía que iba a aplastarnos; en novilunio rodaba
por el cielo como un paraguas negro llevado por el viento, y en cuarto creciente se acercaba
con los cuernos tan bajos que parecía a punto de ensartar la cresta de un promontorio y
quedarse allí anclada.Pero todo el mecanismo de las fases marchaba de una manera
diferente de la de hoy, porque las distancias del Sol eran distintas, y las órbitas, y la
inclinación de no recuerdo qué; además, eclipses, con Tierra y Luna tan pegadas, los había
a cada rato, imagínense si esas dos bestias no iban a encontrar manera de hacerse
continuamente sombra una a la otra.
¿La órbita? Elíptica, naturalmente,elíptica; por momentos se nos echaba encima, por
momentos remontaba vuelo. Las mareas, cuando la Luna estaba más baja, subían que no
había quien las sujetara. Eran noches de plenilunio bajo bajo y de marea alta alta y si la
Luna no se mojaba en el mar era por un pelo, digamos, por pocos metros. ¿Si nunca
habíamos tratado de subirnos? ¡Cómo no! Bastaba llegar justo debajo con la barca, apoyar
una escaleray arriba.
El punto donde la Luna pasaba más bajo estaba en mar abierto, en los Escollos de
Zinc. Ibamos en esas barquitas de remos que se usaban entonces, redondas y chatas, de
corcho. Éramos varios: yo, el capitán Vhd Vhd, su mujer, mi primo el sordo y a veces la
pequeña Xlthlx, que entonces tendría doce años. El agua estaba aquellas noches
tranquilísima, plateada que parecía mercurio, y lospeces, adentro, violetas, que no podían
resistir a la atracción de la Luna y salían todos a la superficie, y también pulpos y medusas
de color azafrán. Había siempre un vuelo de animalitos menudos –pequeños cangrejos,
calamares y también algas livianas y diáfanas y plantitas de coral– que se despegaban del
mar y termnaban en la Luna, colgando de aquel techo calcáreo, o se quedaban allí en mitad
delaire, en un enjambre fosforescente que ahuyentábamos agitando hojas de banano.
Nuestro trabajo era así: en la barca llevábamos una escalera; uno la sostenía, otro
subía y otro le daba a los remos hasta llegar debajo de la Luna; por eso teníamos que ser
tantos (sólo he nombrado a los principales). El que estaba en la cima de la escalera, cuando
la barca se acercaba a la Luna gritaba espantado:"¡Alto! ¡Alto! ¡Me voy a pegar un
cabezazo!" Era la impresión que daba viéndola encima tan inmensa, tan erizada de espinas
filosas y bordes mellados y dentados. Ahora quizá sea distinto, pero entonces la Luna, o
mejor dicho el fondo, el vientre de la Luna, en fin, la parte que pasaba más arrimada a la
Tierra hasta casi rozarla, estaba cubierta de una costra de escamas puntiagudas. Al vientre
de un pezse parecía y también el olor, por lo que recuerdo, era si no exactamente de
pescado, apenas más leve, como de salmón ahumado.
En realidad, desde lo alto de la escalera se llegaba justo a tocarla extendiendo los
brazos, de pie, en equilibrio sobre el último peldaño. Habíamos tomado bien las medidas
(todavía no sospechábamos que se estaba alejando); en lo único que había que fijarse bien
era en laforma de poner las manos. Yo elegía una escama que pareciera sólida (nos tocaba

subir a todos, por turno, en tandas de cinco o seis), me agarraba con una mano, después
con la otra e inmediatamente sentía que escalera y barca se me escapaban y el movimiento
de la Luna me arrancaba a la atracción terrestre. Sí, la Luna tenía una fuerza que te
arrastraba, lo sentías en aquel momento de paso entre...
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