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DISCURSO DE ANGOSTURA
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Junio, 2008. Impreso en la Imprenta Nacional. Depósito Legal: lf87120083202711
Señor. ¡Dichoso el ciudadano que
Discurso pronunciado por El Libertador ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819, día de su instalación
bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación.
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Al transmitir a los representantes del pueblo el Poder Supremo que se me ha bía con�ado, colmo los votos de mi corazón, los de mis conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones, que todo lo esperan de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia. Cuando cumplo con este dulce deber, me liberto de la inmensa autoridad que me agobiaba, como de la responsabilidad ilimitada que pesaba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad forzosa, unida a la voluntad imperiosa del pueblo, me habría some tido al terrible y peligroso encargo de Dictador Jefe Supremo de la República. ¡Pero ya respiro devolviéndonos esta au toridad, que con tanto riesgo, di�cultad y pena he logrado mantener en medio de las tribulaciones más horrorosas que pueden a�igir a un cuerpo social!
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No ha sido la época de la República, que he presidido, una mera tempestad políti ca, ni una guerra sangrienta, ni una anar quía popular, ha sido, sí, el desarrollo de todos los elementos desorganizadores; ha sido la inundación de un torrente infernal que ha sumergido la tierra de Venezuela. Un hombre, ¡y un hombre como yo!, ¿qué diques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones? En me dio de este piélago de angustias no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacer ni bien ni mal; fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos; atribuírmelos no sería justo y sería dar me una importancia que no merezco. ¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y del orden
�actual? Consultad los anales de España, de América, de Venezuela; examinad las Leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la in�uencia de la religión y del dominio extranjero; observad los primeros actos del gobier no republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacional. No me preguntéis sobre los efectos de estos trastornos para siempre lamentables; apenas se me puede suponer simple instrumento de los grandes móviles que han obrado sobre Venezuela; sin embargo, mi vida, mi conducta, todas mis acciones públicas y privadas están sujetas a la censura del pueblo. ¡Repre sentantes!, vosotros debéis juzgarlas. Yo someto la historia de mi mando a vuestra imparcial decisión; nada añadiré para excusarla; ya he dicho cuanto
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puede hacer mi apología. Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime título de buen ciudadano, pre ferible para mí al de Libertador que me dio Venezuela, al de Paci�cador que me dio Cundinamarca y a los que el mundo entero puede dar. ¡Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezue...
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