Locke, creencias y Estado

El individuo y sus creencias frente al Estado. Legitimidades de la persona.

Como es palpable en toda la obra del pensador inglés, una de sus principales pretensiones es la de establecer las condiciones de posibilidad para la construcción de una sociedad sostenida a partir de individuos. Por ello, no sería temerario calificar a Locke como un apologeta o promotor del individualismo político,que se fundamentara en una concepción del humano como poseedor de una serie de derechos (en este caso la ya mencionada “ley natural”), y sobre todo como ser responsable de sus actos y creencias.
La conformación del Estado, ya se ha dicho, se realiza a partir del pacto de una serie de individuos que optan por legar sus capacidades ejecutivas a un cuerpo de magistrados, de supuesto carácter neutral.Este cuerpo ejecutivo, a su vez, tiene la posibilidad cada cierto tiempo, y ateniéndose a los intereses del bien público (necesidades y peticiones de los asociados), de realizar las funciones de un poder legislativo, promulgando leyes que favorezcan la fortuna del pueblo. Aquí es notable el carácter de corte individualista del planteamiento lockeano: un individuo se hace cargo de sus derechos yentonces decide, consecuentemente, construir un Estado que lo ampare, pero siempre desde el deseo individual de alejarse de un nuevo “estado de guerra” que lo lleve al conflicto con sus congéneres.

Partiendo del presente planteamiento, queda por definir la relación que deberá mantenerse entre el resultante del aludido contrato (el Estado), y el individuo que se aviene a aceptarlo (el individuo).Para situar y exponer este punto, es conveniente hacer hincapié en el marco contextual en el que se ubica dicho autor, plagado de convulsiones político-religiosas que influye tanto en el ámbito de la libertad de acción como en el de autonomía de las creencias.
En la historia inglesa precedente, se suceden una serie de acontecimientos y variaciones de orbe política que suponen constantes cambiosen las legalidades y jurisdicciones religiosas. El propio Locke padece los estragos de dichas fluctuaciones, y probablemente sea uno de los alicientes de mayor peso a la hora de que dicho autor subraye la importancia de este punto.
Locke concibe al Estado como una institución contractual con poder sobre los individuos que habitan en él. El poder lo tiene sobre los individuos que aceptan el pacto,y por lo tanto estos tienen el imperativo de someterse a la legislación que en dicho Estado se imponga. Pero, ¿puede el Estado subyugar al individuo de cualquier manera alegando que tal individuo firmó o acreditó dicho pacto? La respuesta es un no tajante. El espectro de intromisión del Estado es el de asegurar la satisfacción de las necesidades básicas del individuo, la conservación de su salud,su vida y su propiedad. Todo lo que supere dichas licencias es un exceso en los papeles que debe desempeñar, y en consecuencia, el colectivo de individuos tiene derecho y razones para sublevarse contra el despotismo que la institución social pretende realizar, y cito: “[…] Pero existen razones para dudar que ello se deba siempre a un amor verdadero hacia la sociedad y hacia el género humano, y ala caridad con que debemos tratarnos unos a otros; porque ello no es más que lo que todo hombre que ama su propio poder, su provecho, o su grandeza se ve obligado a hacer de manera natural […]Y así, el amo cuida de ellos, no porque los ame, si no porque se ama a sí mismo y le encanta el provecho que ellos le procuran”* (situado en el ámbito de la monarquía tiránica análoga funcionalmente a undespotismo llevado a cabo por las instituciones creadas a partir del pacto).
Queda así el individuo salvaguardado (aunque sea en el ámbito de la especulación teórica, pues su aplicabilidad práctica es de mayor complejidad) de los posibles caprichos de un poder ejecutivo o legislativo que intente oprimir los derechos inalienables que postula Locke como “ley natural”.

Si las competencias del...