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Gabriel Quadri de la Torre
(para El Economista)
Es sabido que los mercados son instrumentos útiles (al menos, mejores que las decisiones burocráticas) para lograr unadistribución o asignación eficiente de los recursos, incluyendo recursos naturales como el agua. El intercambio económico o el comercio es el mecanismo para lograrlo, sobre todo cuando los derechos de propiedadestán bien definidos, los costos de transacción son bajos, y cuando existe suficiente información y certidumbre jurídica para los actores participantes. A través de este mecanismo es posible lograrpatrones de división del trabajo o de especialización productiva y de uso de recursos que favorecen mayores niveles de satisfacción y de bienestar para todos; incluso, de sustentabilidad ambiental sise acompaña de una regulación transparente y eficaz por parte del Estado.
Obviamente hay muchos recursos naturales o cosas que son difíciles de transferir de manera física, o hacerlos objeto detransacciones directas. Uno de ellos es el agua, sobre todo a escalas geográficas más o menos grandes. Es decir, aunque sea técnicamente concebible, las dificultades prácticas, económicas o políticas dellevar agua, por ejemplo, desde el Canadá o desde el río Usumacinta hasta Sonora o a la Ciudad de México serían probablemente infranqueables. Sin embargo, ello no es obstáculo para obtener lasventajas que ofrecen los mercados y el intercambio económico, sobre todo en un mundo cada vez más globalizado y libre de barreras al movimiento de bienes, servicios, personas e información. De hecho,cotidianamente se comercia internacionalmente con agua, aunque no sea muy evidente.
El mayor consumo de agua lo hacemos de manera indirecta a través de los alimentos; es decir, “comemos” entre 2,000y 5,000 litros cada día. Las razones de este consumo indirecto de agua son elocuentes, aunque no tan obvias: producir un kilogramo de maíz o de trigo requiere entre 500 y 4000 litros de agua; un...
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