Los ojos del perro siberiano

Páginas: 11 (2714 palabras) Publicado: 20 de octubre de 2013
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ANTONIO SANTA ANA
LOS OJOS DEL PERRO SIBERIANO
Para Sandra, por supuesto.

Claro que lo voy a seguir viendo. Es mi hermano.
Su cara se transfiguró, se puso roja.

No seas ridículo. Nunca fue tu hermano, durante años no te importó. No lo veas más,
¿no te das cuenta de que te podés contagiar?

Vos sos
el ridículo, es imposible que me contagie.
Mariano me miró indignado.—
Es tarde

dijo, y se fue.
La magia se había perdido. Nunca más volvió a mi casa.
XXVIII
Cuando llegué a casa, me recibieron con un sermón de órdago. Que quién me creía yo
para ir a la casa de desconocidos sin permiso, que en qué cabeza cabe, y otras
expresiones de las que caben en cualquier repertorio paternal.
Era la primera vez que me ret
aban y no me importaba mayormente, talvez estaba
creciendo, tal vez me estaba haciendo inmune a los retos, no sé. Lo único seguro es que
estaba disfrutando a mi hermano y esta vez no pensaba dejar que me quitaran ese placer.
Estaba dispuesto a mentir, a
planificar mis actividades, para verlo contra viento y marea.
Creo que esa fue la única, auténtica rebeldía que me permití en mi vida.
* * *
Me sumergí en la lectura de El señorde los anillos, que a pesar de tener alrededor de
500 páginas, leí
en una semana. Era el primer libro largo que leía, después me prestó el
tomo II y el III. Los leí con igual voracidad.
Ezequiel era un gran lector, y me recomendaba libros con gran tino.

No importa si los entendés
, o no; si te gustan déjate llevar por las palabras, que sean
como música en tus oídos

me decía.
Entodos los libros que me prestaba yo trataba de encontrar sus rastros, el por qué le
habían gustado. Tantas veces me desilusioné con gente que me prestaba
o recomendaba
libros que no me gustaban. Siempre, lo primero que busco en los libros son las huellas
del otro, del que me los alcanza.
Los libros habían sido importantes en mi vida, y el poder compartirlos con él le daba un
nuevo significadoa nuestra r
elación.
* * *
Un sábado a la tarde estaba en mi cuarto leyendo Un mago de Terramar, uno de los
tantos libros que me prestaba Ezequiel. Lo recuerdo porque estaba anotando una frase,
en ese época tomé la costumbre de anotar las frases de los libros
que me gustan en una
libreta, una frase que decía: "Para oír, hay que callar". No sé por qué me gustó tanto.
Aún hoy, que conservola libreta, puedo leerla con mi letra temblorosa de entonces.
A pesar de que tenía la puerta cerrada mi padre entró en la
habitación.

Últimamente estás muy lector, y hace mucho que no jugamos al ajedrez

no había
ningún reproche en su voz, era su forma de invitarme, yo lo sabía, él no podía de otra
manera.
Bajamos la escalera hasta su estudio. Cuando estaba sacando el ta
blero lepregunté:

¿Tenés la Suite No. 1 de chelo, de Bach?
Me miró de arriba abajo sorprendido.

Yo sabía que iba a lograr que te guste la buena música

y remarcó la palabra buena.
Me explicó orgulloso que tenía varias versiones, que podía elegir cuál quería escuchar y
que si yo tenía ganas podía explicar, mientras las escuchábamos las diferencias en
tre
ellas. Me propuso un montón de cosasmás. Rezumaba erudición.

Elegí la que más te guste a vos, y no digas nada

le dije.

Para oír, hay que callar.
XXIX
En noviembre Ezequiel vino a buscarme por última vez. Ya terminaba el curso del
insti
tuto, lo que significaba el fin de nuestras caminatas.
Caminábamos hablando de libros y de autores, me sentía definitivamente importante,
teniendo un tema en común con él.
Clara, lalibrera, me había recomendado un par de libros para Ezequiel y logré
s
orprenderlo (una cosa más para incluir en mi lista de agradecimientos para ella).
Ezequiel me recomendó que mirara Blade Runner, yo me ufanaba de haberle regalado
libros de autores que él no había leído, Sacha corría alrededor nuestro. De repente se
leva
ntó una tormenta. Era una con todas las de la ley, corrimos para...
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