Los Ojos Del Perro Siberiano

Páginas: 54 (13473 palabras) Publicado: 20 de julio de 2012
Es terrible darse cuenta de que uno tiene algo cuando lo está perdiendo. Eso es lo que me pasó a mí con mi hermano.Mi hermano hubiese cumplido ayer 31 años, pero murió hace 5.Se había ido de casa a los 18, yo tenía 5 años. Mi familia nunca le perdonó ninguna de las dos cosas, ni que se haya ido, ni que se haya muerto. Esto, si no fuera terrible, hasta sería gracioso. Pero no lo es,lamentablemente .Perdonen si este párrafo es confuso. Quiero contar toda la historia esta noche. Mañana me voy. Tal vez si logro repasar mi historia en voz alta, aunque sea una vez, me sienta más liviano en el momento de tomar el avión. Pero no sé si podré.


I
Nosotros vivimos en San Isidro en una de esas grandes casonas de principio de siglo, cerca del río.La casa es enorme, de ambientes amplios ytechos altos, de dos plantas. En laplanta baja, un pequeño hall, la sala, el comedor con su chimenea, el estudio de mi padre, donde está la biblioteca, la cocina y las habitaciones de servicio. En la planta alta están los dormitorios, el de mis padres, el de mi hermano y elmío, un cuarto para que mi madre haga sus quehaceres (siempre fue denominado así: para los quehaceres de mi madre, he vivido todami vida enesta casa y no sé cuáles son los quehaceres que mi madre realiza en esecuarto) y un par de habitaciones vacías. Obviamente también hay baños, dospor planta.La casa está rodeada por un gran parque, en la parte de adelante hay pinos yun nogal, detrás los rosales de mi madre y sus plantas de hierbas. Mi madrecultiva y cuida sus hierbas con un amor y una dedicación que creo no nos dioanosotros. Estoy exagerando, pero no mucho. Cultiva orégano, romero, salvia,albahaca, tres tipos de estragón, tomillo, menta, mejorana y debo estarolvidándome de varias.En la primavera y el verano las utiliza frescas, un poco antes del otoño las secaal sol y las guarda en frascos en un sitio oscuro y seco.En realidad no sé por qué les cuento esto, no tiene mucho que ver con nada yno es importante. Perocada vez que me imagino a mi madre, la veoarrodillada o con unas tijeras de podar, sus guantes, un sombrero de paja o unpañuelo, hablándoles a sus plantas.Uno de los momentos más felices de mi niñez era cuando me llamaba y mepedía que la acompañara. Me explicaba cuál era cuál, qué tipos de cuidadosrequerían, cómo curarlas cuando las atacaba el pulgón o alguna otra plaga, ocómo podar el rosal.No esque a mí me interesara la jardinería particularmente, pero el solo hechode que ella quisiera compartir conmigo esa actividad a la que se dedicaba contanto esmero bastaba para hacerme sentir dichoso.Podía quedarme horas doblado en dos revolviendo la tierra, abonando lasplantas sin importar el clima.Tal vez cuando ustedes evocan su niñez y sus momentos felices, recuerdanalgún paseo o unasvacaciones. No sé. Yo evoco el olor de la tierra y el de lashierbas. Aún hoy, tantos años después, basta el olor del romero para hacermefeliz. Para hacerme sentir que hubo un momento, aunque haya sido sólo uninstante en que mi madre y yo estuvimos comunicados.
* * *


Con mi padre la relación era, o debo decir es, mucho más fácil. Yo me ocupabade mis asuntos y él de los suyos. Me explico mejor: Si yome ocupaba de sacarbuenas notas, hacer deportes (natación y rugby), obedecerlo y respetarlo, notendría ningún problema. El, bueno, él... él se ocupaba de lo suyo, es decir desus negocios y sus cosas, cosas que nunca compartió con nosotros.Mi padre es, aún hoy con sus sesenta y cinco años, un tipo corpulento. Fuepilar en el San Isidro Club en su juventud y, cuarenta años después, cuando yojugabaal rugby en las divisiones infantiles, había gente que lo recordaba.Tiene una mirada terrible, una de esas miradas que bastan para que uno sesienta en inferioridad de condiciones, una de esas miradas que hacen que suportador vaya por el mundo pisando todo lo que le ponen en el camino.Supongo que no hace falta decir el pavor que sentía ante la posibilidad queenfocara en mí sus ojos azules...
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