Los que vivimos

Páginas: 705 (176139 palabras) Publicado: 19 de septiembre de 2012
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Ayn Rand\Los que vivimos

Plaza & Janes, Editores

Título del original inglés, We the living Traducción, Fernando Acevedo Cubierta, Cobos Círculo de Lectores, S.A. Lepanto, 350, 5.° Barcelona Edición no abreviada Edición especial exclusivamente para el Círculo de Lectores Queda prohibida su venta a toda persona que no pertenezca al Círculo © Plaza & Janes, Editores, SA., 1962 Depósitolegal B. 6349-67 Compuesto por Printer en Garamond 9 Impreso y encuadernado por Printer Printed in Spain

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ÍNDICE
Primera parte .....................................................................................................................4 Segunda parte...............................................................................................................200

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Primeraparte

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Capítulo primero Petrogrado olía a ácido fénico. Una bandera de un rosa grisáceo, que en otro tiempo había sido roja, ondeaba en medio del armazón de hierro. Altas vigas se elevaban hasta un techo de claraboyas, gris como el mismo hierro a causa del polvo acumulado durante tantos años. En algunos puntos la claraboya estaba rota, horadada por golpes ya olvidados, y las agudas aristasse erguían sobre un cielo tan gris como la claraboya. La bandera terminaba, por abajo, en una franja de telarañas, debajo de la cual figuraba un gran reloj de estación de ferrocarril, con sus números negros sobre un cuadrante amarillo sin cristal. Debajo del reloj, un montón de caras pálidas y de gabanes grasientos aguardaba el tren. Kira Argounova entraba en Petrogrado erguida, inmóvil, de piejunto a la puerta de un vagón de ganado con la elegante indiferencia del viajero de un trasatlántico de lujo. Llevaba un viejo vestido de color azul turquí, sus finas piernas bronceadas estaban desnudas, un raído pañuelo de seda le ceñía el cuello y un gorro de punto con una borla amarilla clara le protegía los cabellos. Su boca era serena, sus ojos ligeramente dilatados, su mirada incrédula,arrobada por la solemne espera, como la de un guerrero que va a entrar en una ciudad extranjera y no sabe todavía si va a hacerlo como conquistador o como prisionero. Los vagones que iban entrando bajo la cubierta rebosaban de seres humanos y de fardos: fardos envueltos en sábanas, periódicos, sacos de harina, seres humanos enfardados en abrigos y chales harapientos. Los fardos, que habían servido decamas, habían perdido toda forma, y el polvo había surcado la piel árida y agrietada de rostros que habían perdido toda expresión. Lentamente, como cansado, el tren se detuvo. La última parada de un largo viaje a través de las devastadoras llanuras de Rusia. Se habían necesitado dos semanas para un viaje de tres días desde Crimea a Petrogrado. En 1922 los ferrocarriles, como todo lo demás, estabanpor organizar. La guerra civil había terminado y se habían borrado los últimos vestigios del Ejército Blanco. Pero la mano del Régimen Rojo que gobernaba el país había olvidado las redes ferroviarias y los hilos del telégrafo. Debido a la absoluta falta de indicaciones y de horarios nadie sabía cuándo saldría un tren ni cuándo debía llegar. Y sólo la vaga noticia de una llegada posible bastaba paraatraer a todas las estaciones de la línea una multitud de viajeros ansiosos. Durante horas y aun durante días enteros aguardaban sin atreverse a dejar el lugar donde, dentro de un minuto o de una semana, podía aparecer el tren. El sucio pavimento de las salas de espera estaba impregnado de olor a humanidad: sobre los fardos echados por el suelo estaban tendidos los cuerpos de los viajerosadormecidos. Para engañar el hambre, se masticaban pacientemente duros mendrugos de pan y semillas de girasol; por espacio de semanas enteras, la gente no se mudaba la ropa. Cuando, por fin, gimiendo y jadeando, 5

llegaba el tren, era asaltado ferozmente, a la desesperada, con los puños y con los pies. La gente se agarraba como ostras a los estribos, a los topes, a los techos de los vagones. En su...
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