Los Siete Locos

Páginas: 114 (28492 palabras) Publicado: 2 de noviembre de 2015
Roberto Arlt Los siete locos
4 CAPITULO PRIMERO LA SORPRESA Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde. Lo esperaban el director, un hombre de baja estatura, morrudo, con cabeza de jabalí, pelo gris cortado a «lo Humberto I», y una mirada implacable filtrándose por sus pupilas grises como lasde un pez: Gualdi, el contador, pequeño, flaco, meloso, de ojos escrutadores, y el subgerente, hijo del hombre de cabeza de jabalí, un guapo mozo de treinta años, con el cabello totalmente blanco, cínico en su aspecto, la voz áspera y mirada dura como la de su progenitor. Estos tres personajes, el director inclinado sobre unas planillas, el subgerente recostado en una poltrona con la piernabalanceándose sobre el respaldar, y el señor Gualdi respetuosamente de pie junto al escritorio, no respondieron al saludo de Erdosain. Sólo el subgerente se limitó a levantar la cabeza: –Tenemos la denuncia de que usted es un estafador, que nos ha robado seiscientos pesos. –Con siete centavos –agregó el señor Gualdi, a tiempo que pasaba un secante sobre la firma que en una planilla había rubricado eldirector. Entonces, éste, como haciendo un gran esfuerzo sobre su cuello de toro, alzó la vista. Con los dedos trabados entre los ojales del chaleco, el director proyectaba una mirada sagaz, a través de los párpados entrecerrados, al tiempo que sin rencor examinaba el demacrado semblante de Erdosain, que permanecía impasible. –¿Por qué anda usted tan mal vestido? –interrogó. –No gano nada comocobrador. –¿Y el dinero que nos ha robado? –Yo no he robado nada. Son mentiras. –Entonces, ¿está en condiciones de rendir cuentas, usted? –Si quieren, hoy mismo a mediodía. La contestación lo salvó transitoriamente. Los tres hombres se consultaron con la mirada, y, por último, el subgerente, encogiéndose de hombros, dijo bajo la aquiescencia del padre: –No... tiene tiempo hasta mañana a las tres.Tráigase las planillas y los recibos... Puede irse. Lo sorprendió tanto esa resolución que permaneció allí tristemente, de pie, mirándolos a los tres. Sí, a los tres. Al señor Gualdi, que tanto lo había humillado a pesar de ser un socialista; al subgerente, que con insolencia había detenido los ojos en su corbata deshilachada: al director, cuya tiesa cabeza de jabalí rapado se volvía a él, filtrando unamirada cínica y obscena a través de la raya gris de los párpados entrecerrados. Sin embargo, Erdosain no se movía de allí... Quería decirles algo, no sabía cómo, pero algo que les diera a comprender a ellos toda la desdicha inmensa que pesaba sobre su vida; y permanecía así, de pie, triste, con el cubo negro de la caja de hierro ante los ojos, sintiendo que a medida que pasaban los minutos suespalda se arqueaba más, mientras que nerviosamente retorcía el ala de su sombrero negro, y la mirada se le hacía más huida y triste. Luego, bruscamente, preguntó. –¿Entonces, puedo irme? –Sí... –No... Entréguele los recibos a Suárez y mañana a las tres esté aquí, sin falta, con todo. –Sí... todo... –y volviéndose, salió sin saludar. Por la calle Chile bajó hasta Paseo Colón. Sentíase invisiblementeacorralado. El sol descubría los asquerosos interiores de la calle en declive. Distintos pensamientos bullían en él, tan desemejantes, que el trabajo de clasificarlos le hubiera ocupado muchas horas. Roberto Arlt Los siete locos 5 Más tarde recordó que ni por un instante se le había ocurrido preguntarse quién podría haberlo denunciado. ESTADOS DE CONCIENCIA Sabía que era un ladrón. Pero lacategoría en que se colocaba no le interesaba. Quizá la palabra ladrón no estuviera en consonancia con su estado interior. Existía otro sentimiento y ése era el silencio circular entrado como un cilindro de acero en la masa de su cráneo, de tal modo que lo dejaba sordo para todo aquello que no se relacionara con su desdicha. Este círculo de silencio y de tinieblas interrumpía la continuidad de sus...
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