los templarios
Le apodan “La Kika”. A sus 14 años ya sabe qué es ser castigado por robar y qué es cambiarse de bando. Hace dos meses se unió a los grupos de autodefensas. Ahora porta unaplayera, que le llega a las rodillas, con la leyenda “Por un Chiquihuitillo libre”, su pueblo, al que va a regresar “nomás que le den chance”. Y cuando se le pregunta si ahoraestá mejor, responde de prisa: “La neta sí”.
Empuñando su juguete favorito, un AR-15 con culata y cañón recortados, de tamaño perfecto para sus pequeñas manos, va con laspestañas, el cabello y todo lleno de esa tierra fina que levantan las 10 camionetas que avanzan por desoladas comunidades de casas baleadas y lujosas viviendas abandonadas, sin temor alos escarpados cerros antes usados por los templarios para emboscar a sus enemigos, mirando altivo a los pocos pobladores que se atreven a curiosear, asombrados por su cuerpecito deniño asomado por el quemacocos de una lujosa camioneta dorada.
“Cuando quede limpio de templarios”, dice “La Kika”, piensa en trabajar, aunque no sabe en qué.
“En ningunode esos”, responde apresurado cuando se le pregunta si quiere ser campesino, obrero o futbolista, pero reconoce que el dinero llama su atención, mientras mira de reojo los fusilescon mira telescópica que cargan tres chamacos apenas más grandes que él, que escuchan sus respuestas a poca distancia, como cuidando al miembro más pequeño de los autodefensas.
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