Macario

Páginas: 50 (12445 palabras) Publicado: 25 de marzo de 2014
B. Traven
I

Macario era leñador en aquel pueblecito. Padre de once hijos
andrajosos y hambrientos, no deseaba riquezas, ni cambiar por
una casa bien construida el jacal que habitaba con su familia.
Tenía, eso sí, desde hacía veinte años, una sola ilusión. Y esta
gran ilusión era la de poderse comer a solas, gozando de la paz en
las profundidades del bosque y sin ser visto por sushambrientos
hijos, un pavo asado entero.
Nunca logró llenar su estómago hasta satisfacerse. Por el
contrario, siempre se sentía próximo a morir de hambre. Pese a lo
cual, todos los días del año, sin descontar los domingos y días
festivos, tenía que dejar su hogar antes de que amaneciera para ir
al bosque, del que regresaba al anochecer con una carga de leña a
la espalda. Aquella carga, querepresentaba todo un día de trabajo,
la vendía por dos reales… y a veces por menos.
1

Sólo durante el tiempo de aguas, cuando prácticamente no tenía
competencia, y mejor aún en los días señalados, como por
ejemplo el día de los Fieles Difuntos, en que la demanda era
mayor por parte de los fabricantes de velas y de los panaderos,
que horneaban toda clase de panes de muerto y calaveras deazúcar, llegaba a conseguir que le dieran hasta tres reales por su
carga de leña.
Tres reales constituían una fortuna para su esposa, conocida en el
pueblo como "La Mujer de los Ojos Tristes". Ella, de modo más
mareado que su marido, producía la impresión de que se iba a
desvanecer de hambre.
Cuando Macario llegaba a su hogar, al anochecer, tiraba la carga,
con un suspiro revelador de suagotamiento. Tambaleándose,
tropezando, llegaba hasta el interior de la choza y sin hacer ruido
se dejaba caer sobre una sillita primitiva que uno de los niños
acercaba rápidamente a la mesa, igualmente tosca, sobre la que
Macario extendía ambos brazos exclamando:
— ¡Ay, mujer, qué cansado estoy y cuánta hambre tengo! ¿Qué
hay de comer?
Su mujer contestaba:
— Frijoles negros, chile verde,tortillas, sal y té limón.
La cena era siempre la misma, sin variación alguna.
El conocía la respuesta de su mujer desde mucho antes de llegar a
su casa y hacía la pregunta simplemente por decir algo y para que
sus hijos no lo consideraran como una simple bestia de carga.
Cuando aparecía la comida, servida en jarros y cazuelas de barro,
él ya se había quedado profundamente dormido, por lo que sumujer tenía que despertarle diciéndole:
— Macario, la comida está en la mesa.

2

— Demos gracias a Dios por las mercedes que nos dispensa a
nosotros, pobres pecadores — musitaba él — , e inmediatamente
empezaba a comer.
No había tomado los primeros bocados cuando se percataba de
que todos sus hijos le vigilaban con la esperanza de que no
comiera mucho y dejara algo para que ellos pudieranrepetir, ya
que siempre su ración era insuficiente.
Entonces dejaba de comer y se concretaba a beber el té limón. En
cuanto vaciaba el jarro murmuraba con voz plañidera:
— Oh, Señor, si por lo menos una vez en mi podre vida pudiera
comerme entero un guajolote asado, moriría feliz y descansaría en
paz hasta el día del Juicio Final.
A menudo no decía tanto y se conformaba con murmurar:
—¡Oh, Señor; concédeme, aunque sea una sola vez todo un
pavo para mí solo!
Tantas veces habían escuchado sus hijos aquel lamento que ya no
le prestaban atención, considerándolo como una forma de dar
gracias después de la cena. Sabían que las mismas posibilidades
de que su padre gozara de un pavo asado eran las que existían de
que poseyera mil pesos oro, aun cuando hubiera rogado toda su
vidapor ellos.
Su mujer, la compañera más fiel y abnegada que hombre alguno
pudiera desear, sabía que su esposo no comía tranquilo y
suficientemente mientras sus hijos lo vigilaran con ojos
hambrientos, deseando hasta el último de sus frijoles. Esto la
apesadumbraba, pues tenía buenas razones para considerarle
como un buen marido, con cualidades que ni siquiera podía soñar
que encontraría en...
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