mamadas

Capítulo 12

—Simón, me encanta tu casa —manifestó Emily, mien­tras valsaba sola alrededor de la biblioteca roja, dorada, verde y negra. Giraba y, al pasar ante cada uno de los dragones enjoyados, estiraba la mano y daba unas palmadas de afecto sobre las cabezas salvajes. La falda verde oscuro del vestido flotaba en torno de sus pies calzados con sandalias.
El baile había finalizado hacía unahora y acababan de regresar a la casa después de esperar el coche y atravesar las calles atestadas, pero Emily aún no podía dejar de bailar. Se sentía voluble, efervescente y llena de vida. Canturreaba las melodías del vals que había bailado antes con Simón.
—Y en particular, adoro esta habitación —continuó con una enérgica afirmación de cabeza—. Es casi perfecta, tal como la había imaginado.Exótica, deliciosa, repleta de objetos ex­traños y misteriosos. —Al pasar bailando frente a la chimenea, dio unas palmadas a un dragón negro y dorado.
—No me extraña. Sabía que te gustaría. —Simón sirvió dos copas de coñac y le entregó una.
—Eso demuestra que estamos en armonía. —Tomó la copa de la mano de su esposo y siguió bailando—. ¿Te das cuenta, Simón? Sigo diciendo que tú y yo noscomunicamos...
—En un plano superior —concluyó el conde—. Sí, que­rida mía. Te he escuchado decir eso muchas veces. —Alzó su copa en un brindis. Por ti, señora esposa. Esta noche fuiste un gran éxito.
—Gracias a lady Merryweather. —Emily lanzó una risita y se alejó bailando hacia el otro extremo del cuarto—. Y a lady Northcote. Fue tan gentil. Simón, ella y Celeste me presenta­ron a todo el mundo y bailécasi todas las piezas. Incluso, dos valses.
—Araminta me dijo que el primero lo bailaste con Ashbrook.
Emily le lanzó una rápida mirada de soslayo, mientras pasaba junto a uno de los enormes almohadones satinados. Se preguntó si Simón sabría que era Ashbrook el hombre con el que había huido cinco años atrás. “Y silo sabe, ¿estará celo­so?”, pensó. Por cierto que no. Simón era demasiadocontrola­do y seguro de sí mismo para sentir celos. Además, él sabía que era el dueño de su corazón.
—Sí, Ashbrook me sacó a bailar el primer vals. Simón, creo que debo confesarte algo acerca de él.
—¿De qué se trata? —Simón la observó con atención por encima del borde de la copa.
Emily se detuvo frente a una delicada pintura china que representaba a unos robustos caballos y a unos guerreros de extrañasvestiduras. Los examinó atentamente a través de las gafas.
—Richard fue el hombre que creí amar hace cinco años... el hombre con el que me fugué.
—Pero si no te fugaste con nadie hace cinco años —afir­mó Simón con calma—. Creo que ya te lo expliqué: para todo propósito y circunstancia, no existe ningún infortunado inci­dente en tu pasado.
Emily se volvió sorprendida.
—Pero Simón... Oh, yaentiendo —dijo y de pronto com­prendió y valoró lo que el esposo hacía—. Es parte de tu plan para presentarme con éxito en sociedad, ¿no es cierto? Tene­mos que afrontar con audacia el problema del escándalo. Sen­cillamente, negaremos que ocurrió.
—Exacto.
—Una solución brillante. —Emily frunció el entrecejo pensativa—. Pero, ¿y si Richard lo menciona?
—No creo que lo haga.
Emily asintió yreflexionó sobre ese punto.
—Quizá tengas razón. Creo que para él sería embarazoso.
La boca de Simón se curvó en una mueca amarga y los ojos de reflejos dorados brillaron.
—Creo que sería algo más que embarazoso. De hecho, más bien peligroso.
—Sí, el poeta necesita tener en cuenta su reputación.
—Entre otras cosas.
Emily volvió a asentir y retomó el vals. Dirigió a Simón otra mirada especulativa.—Por casualidad, no estarás celoso de Ashbrook, ¿verdad?
—¿Por el infortunado incidente o porque esta noche bai­laste con él?
—Por cualquiera de las dos cosas -dijo Emily ansiosa. Al pensar en esa posibilidad, su corazón se encogió.
—¿Debería estar celoso? —La voz de Simón estaba pri­vada de toda emoción.
—No, ni por un instante —le aseguró Emily con solem­nidad—. Hace cinco años cometí un...