Marco Almazán Cuentos

ECONOMÍA DE VIAJE
Marco A. Almazán

Hace poco tuve que ir a una pequeña ciudad del sur de los Estados Unidos en viaje de negocios, para cobrar cincuenta dólares que me adeudaba un periódico desde hacía dos años y medio. Para compensar lo exiguo de mis ingresos, me alojé en un hotel baratón y decidí suprimir el desayuno y también la cena.

En el transcurso de la mañana me encontré con unpariente lejano, que había emigrado a raíz de la última Gran Guerra y a quien no había visto desde entonces. Después de los abrazos de rigor, me preguntó en dónde estaba hospedado.

-En el Lone Star Hotel –repuse.
-¡Hombre, qué barbaridad! Ese es un hotelito de mala muerte.
-Al igual que mi presupuesto.
-Vente a casa. Tenemos una habitación disponible desde que murió mi suegra.
-Sería muchamolestia, Leovigildo.
-¡Qué molestia ni qué nada! Total, para dos o tres días que vas a estar aquí. Anda, vamos al hotel, liquidas tu cuente, y a casa. A Margarita, mi mujer, le dará mucho gusto conocerte.

Total, que fuimos al hotel a recoger mi maleta. Pagué cinco dólares de hospedaje (no usufructuado), y me instalé en casa de mi pariente. En el camino nos tomamos un aperitivo que mecostó siete dólares y medio.

Margarita me recibió efectivamente con mucho alborozo. Al igual que sus siete hijos. Los niños me abrazaron, se me colgaron de las piernas y me embadurnaron de helado de chocolate.

-¿Qué nos trajiste? –gritaron al unísono los nenes.
-¡Niños! –dijo Margarita, poniéndose colorada como un tomate.
-Tío Ruperto siempre nos trae algo cuando viene de México–observó el mayorcito,
metiéndome las manos en los bolsillos con gran confianza.
-Casi siempre juguetes –añadió otro, mirando a su madre con reproche -. Tú misma has
dicho que desquite lo que se coma en la casa.

Margarita no pudo replicar, pues tuvo que atender a los mellizos, que estaban haciendo un berrinche espantoso al no encontrar nada en mi maleta. Aquella misma tarde me gasté 25dólares en regalos para la numerosa y encantadora prole.
La dueña de la casa se desvivió para corresponder a mi largueza, y preparó una cena extraordinaria. Al día siguiente también se lució con la comida. Por elemental cortesía tuve que llevarle un ramo de flores (10 dólares), e invité al matrimonio a salir aquella noche.

-Aquí no hay a dónde ir –explicó Leovigildo-. Viniendo de México, teparecerá ridículo el Mariachi Palace.
-¿Qué es el Mariachi Palace? –pregunté un poco escamado.
-Un restorancillo con aires de night club. No vale la pena.
-¿Cómo que no vale la pena? –protestó Margarita-. Ahora está cantando Domitila, la famosa artista mexicana de la tele. A mí me gustaría verla en carne y hueso.

De hueso vimos muy poca cosa, pues la tal Domitila pesa sus cien kilitos.Cantó las barbaridades de moda, mientras batallábamos con un filete más duro que el corazón de un banquero. Y como a Margarita la cerveza le produce agruras, bebimos vino tinto. La cuenta me salió en cincuenta dólares, sin contar el tax ni la propina.
Al otro día, también para corresponder a mi desprendimiento, Leovigildo me regaló un par de botas texanas que me quedan grandes. Y aun cuando mequedaran, primero me pego un tiro que andar con ellas en México. Como no iba a darle mi reloj en reciprocidad, salí a comprarle una corbata (cuatro dólares y medio). En la noche me trajo una botella de whisky bourbon, y al día siguiente –siempre para corresponder- me vi obligado a obsequiarle una caja de puros (10 dólares). El niño mayor se apropió de mi bolígrafo y una de las niñas cortó en tirasmi camisa de repuesto para hacerle un vestido a sus muñecas. El más pequeño volvió el estomaguito en mi gabardina, cuya limpieza me costó otros cinco dólares. Por fin cobré mis cincuenta dólares en el periódico y me despedí del matrimonio.

-Ya sabes –me dijo Leovigildo en la terminal de los autobuses-. La próxima vez que vengas a Texas, nada de ir a malgastar dinero en hoteles. Aunque sea...