MEMORIAS UNIVERSITARIAS

Memorias Universitarias
Mi vida universitaria comenzó cuando tenía diecisiete años en la facultad de Medicina. Elegí profesión dos meses antes de dejar la preparatoria utilizando un método equivocado: la estadística. Comencé a preguntar a la gente a mí alrededor qué consideraban era lo “más” importante. La mayoría de los encuestados opinó que “la vida”. A partir de eso consideré adecuadodedicar mi tiempo a conservar “lo más importante”.
Hice examen de admisión en las facultades de tres universidades diferentes: UPAEP (Puebla), UV (Xalapa) y UASLP (San Luis Potosí) sin realmente investigar mucho las acerca de las instituciones. Nuevamente sondeé el terreno con algunos médicos conocidos y me recomendaron sobretodo la última. Así que, habiendo sido aceptada en todas, opté por la tercera.Recuerdo claramente el primer día: ciento treinta estudiantes en un auditorio que serviría de único salón de clases. El primer profesor nos recibió a las siete de la mañana diciendo “En esta escuela van a encontrar muchos doctores que se creen Dios; pero yo… yo soy Dios”. Esta recepción marcó en gran medida la dinámica escolar.
Mi experiencia en esa facultad fue, sobretodo, emocionalmenteagotadora. El ambiente estudiantil era muy competitivo, los maestros apenas sabían algunos nombres, las materias eran bastas y áridas, los exámenes confusos (aunque eran de opción múltiple) y temibles pues requerían memorizar capítulos enteros de palabras impronunciables. Sobra decir que de nunca haber reprobado en la vida, comencé a hacerlo y mucho.
Aparentemente, mi caso no era singular puesreprobar era la norma (ej. nadie aprobó el primer examen) y eran excepciones notables los que obtenían “buenas calificaciones” (7 u 8). A nadie parecía preocuparle realmente, los profesores incluso lo tomaban como un buen filtro. Sin embargo, mi situación me generaba sentimientos de incompetencia, ineptitud, aislamiento.
Mi familia y la psicóloga en la facultad (había una, sí, aunque sólo vio a cadaalumno una única ocasión por 15 minutos) insistieron en que considerara dejar la escuela, regresar a casa, buscar alternativas. Pero yo no podía tolerar la idea de fracasar, de ser corrida por mi mal desempeño. Así que, no sin esfuerzo, aprobé las materias y continué en la facultad hasta el quinto semestre. Sintiéndome siempre ajena a los contenidos, las clases, los compañeros, los maestros, lafacultad y la aproximación médica en general. Mi desempeño académico pasó de “insuficiente” a “mediocre”.
Al comenzar el externado (el servicio y las guardias en el hospital, el trato con los pacientes) me iba quedando cada vez más claro que no era eso lo que quería para mí. Me interesaban más las historias de los pacientes que sus signos vitales. Comencé a apreciar toda una dimensión más amplia,subyacente a las exploraciones físicas, procedimientos, muestras y cirugías. Un universo tácito de relaciones personales, mensajes implícitos, historias, pensamientos, emociones. Un mundo sutil de subjetividades de gran complejidad y riqueza que me resultaba mucho más atrayente. En el año 2006 solicité mi cambio a la facultad de Psicología de la misma universidad y meses después me matriculé, concompañeros de diecisiete años, en esa escuela.
El cambio fue radical. El ambiente era diametralmente opuesto. La atmósfera era más relajada pues la gente parecía menos tensa. Los asistentes (maestros y alumnos) eran más heterogéneos (estilos, edades…), los discursos de los maestros (algunos sorprendentemente jóvenes) eran variados y sus clases tenían diferentes metodologías. Los alumnos hablabanmás, preguntaban más, escribían más. Todos, maestros y alumnos (en grupos de 20 o 30), comentaban respecto a lo que leían, lo que observaban, lo que escuchaban, lo que pensaban, lo que sentían. De pronto, con veintiún años, un marido, un hogar y cinco perros me convertí en una estudiante madura; me sentía en casa.
Para muchas clases nos organizábamos en equipos, para otras trabajábamos...