Mi Propio Cuento

Verónica no tuvo grandes emociones en su vida.
Su infancia transcurrió en un barrio humilde.
Su familia casi había olvidado su existencia. Su madre había muerto al dar a luz, y su padre muy pocasveces estaba cuerdo debido a los efectos del alcohol.
Verónica careció de suntuosos juguetes y pasaba las horas acariciando a Nacha, su muñeca de trapo, de trenzas largas y deshilachadas. A menudo legustaba encontrarle algún muñeco de pareja y jugaba a casarlos por iglesia. Las ideas las había sacado de aquella vez que a su Tía Elvira se le había ocurrido casarse con el primero que se le habíacruzado por la vereda e invitar a toda la parentela a la Iglesia del pueblo.
Cuando llego el tiempo de la juventud, Verónica guardo a su muñeca en un cajón debajo de su catre, por miedo a que susamigas descubran “semejante inmadurez”. En realidad, pensó, que debía dejar de lado los juguetes, porque ya era tiempo de asomar a la vida, de ir mas allá de las fronteras que delimitaban su casa, deatreverse a mirar con otros ojos…
Y fueron esos ojos, los que se dirigieron a Ezequiel, un muchacho entrado de edad, que acostumbraba a sentarse junto a sus amigos en el bar de Don Octavio, justo enfrente de la plaza donde Verónica tenía un pequeño puesto de flores, que había pertenecido a su madre y le había dejado como acto de ultima voluntad.
Una de las tantas tardes primaverales de septiembre,Verónica y Ezequiel cruzaron sus miradas para siempre.
El tiempo pasó pero no cumplió a Verónica sus sueños de princesa. No tuvo un casamiento ni confites de colores, ni cosquillas en la panza, ni unhogar acogedor, ni hijos, ni caricias, ni flores, no tuvo mas que marcas dejadas por las palizas que Ezequiel acostumbraba a darle casi por deporte cada vez que llegaba ebrio del bar. Cada golpe lehacía llorar el alma porque no podía defenderse, porque era mujer y porque debía callarse la boca, y porque quien sabe que le esperaría si se atrevía a enfrentar a esa bestia desalmada.
Hacia frío...