Monosarco

Páginas: 82 (20435 palabras) Publicado: 7 de septiembre de 2010
«Daisy Miller»
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En el pueblecito de Vevey, en Suiza, hay un hotel particularmente confortable. De hecho, allí abundan los hoteles pues el entretenimiento de los turistas es el negocio del lugar que, como muchos viajeros recordarán, está ubicado al borde de un lago intensamente azul, un lago de obligada visita para todos los turistas. La orilla del lago presenta una ininterrumpida hilera deestablecimientos de este tipo y de todas las categorías, desde el «grand hotel», a la última moda, con una fachada de blanco estucado, un centenar de balcones y una docena de banderas ondeando en el tejado, hasta la pequeña y vieja pensión suiza con el nombre inscrito en letras que se pretenden góticas sobre una pared rosada o amarillenta y una desmañada glorieta en un rincón del jardín. Uno delos hoteles de Vevey, sin embargo, es famoso, incluso clásico, distinguiéndose de muchos de sus presuntuosos vecinos por un aire especial, mezcla de lujo y madurez. En esta región, en el mes de junio, los viajeros americanos son muy numerosos; puede realmente decirse que en esta época Vevey adquiere algunas de las características de un balneario americano. Ciertas imágenes y sonidos evocan unavisión, un eco, de Newport y Saratoga. Hay por todas partes un revoloteo de «elegantes» jovencitas, un susurro de volantes de muselina, un traqueteo de música bailable al amanecer, un continuo sonido de voces estridentes. Al recibir todas esas impresiones en el excelente albergue de Les Trois Couronnes, uno se siente transportado con la imaginación a la Ocean House o al Congres Hall. Pero esnecesario añadir que en Les Trois Couronnes existen otras características netamente contrapuestas a las anteriores: camareros alemanes impecables, que parecen secretarios de embajada; princesas rusas sentadas en el jardín; niños polacos paseando de la mano de sus preceptores; una vista de la cresta nevada del Dent du Midi y las pintorescas torres del castillo de Chillon.
Ignoro si serían las analogíaso las diferencias las que privaban en la mente de un joven americano que, dos o tres años atrás, estaba sentado en el Jardín de Les Trois Couronnes, mirando con cierta indolencia algunos de los atrayentes rasgos que he mencionado. Era una hermosa mañana de verano, y cualquiera que fuese el modo en que el joven americano miraba las cosas, éstas debían parecerle encantadoras. Había llegado deGinebra el día anterior, en el vaporcito, para ver a su tía que se hospedaba en el hotel -Ginebra había sido durante largo tiempo su lugar de residencia-. Pero su tía tenía jaqueea -su tía tenía jaqueca casi permanentemente- y estaba en ese momento encerrada en su habitación aspirando alcanfor, de suerte que él podía errar con absoluta libertad. Tenía unos veintisiete años de edad; cuando sus amigoshablaban de él, solían decir que estaba «estudiando» en Ginebra. Cuando eran sus enemigos los que hablaban, decían... pero, después de todo, no tenía enemigos; era una persona extremadamente amable y querida por todos. Lo que debo decir es, simplemente, que cuando ciertas personas hablaban de él, afirmaban que la razón de que pasara tanto tiempo en Ginebra era su extremada devoción por una damaque allí residía, una extranjera, una persona mayor que él. Pocos americanos -en realidad creo que ninguno- habían visto jamás a esa dama, sobre la que corrían algunas historias singulares. Pero Winterbourne sentía un viejo afecto por la pequeña metrópoli del calvinismo; allí fue a la escuela de niño y luego a la universidad, circunstancias que le habían llevado a cultivar numerosas amistadesjuveniles. Muchas aún las conservaba en la actualidad y constituían un motivo de la mayor satisfacción.
Tras llamar a la puerta de la habitación de su tía y enterarse de que estaba indispuesta, había ido a dar un paseo por el pueblo regresando luego a desayunar. Había terminado ya su desayuno, pero estaba tomando un tacita de café que le había sido servida por uno de los camareros con aspecto de...
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