MUERTE EN LAS NUBES Agatha Christie

Páginas: 228 (56872 palabras) Publicado: 20 de junio de 2015
MUERTE EN
LAS NUBES
Agatha Christie

A Ormond Beadle

PASAJEROS DEL AVIÓN PROMETHEUS
Asientos
N.°
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Madame Giselle
James Ryder
Armand Dupont
Jean Dupont
Daniel Clancy
Hércules Poirot
Doctor Bryant
Norman Gale
Condesa de Horbury
Jane Grey
Lady Venetia Kerr

Viajan también en el avión:
Henry Mitchell, camarero
Albert Davis, camarero ayudanteMadeleine, doncella de lady Horbury.

CAPÍTULO 1
DE PARÍS A CROYDON
El sol de septiembre caía a plomo sobre el aeropuerto de Le
Bourget, mientras los pasajeros cruzaban la pista para subir al avión
Prometheus, que iba a salir de inmediato hacia la ciudad de Croydon.
Jane Grey fue de las últimas en entrar y ocupar su asiento, el
número 16. Varios pasajeros ya habían entrado por la puerta
posterior ypasado por delante de la cocina y de los dos lavabos, de
camino hacia la parte delantera de la cabina. La mayoría de pasajeros
ya estaban sentados.
Del otro extremo del pasillo llegaba un murmullo de
conversaciones dominado por una voz femenina chillona y
penetrante. Jane frunció ligeramente los labios. Aquella voz le era
vagamente familiar.
—Querida, es extraordinario. No tenía la menor idea...¿Dónde
dices? ¿Jean les Pins...? ¡Ah! No. Le Pinet... Sí, la gente de siempre...
Pues claro que sí, sentémonos juntas... ¡Oh! ¿No es posible?
¿Quién...? ¡Ah!, ya veo...
Luego, oyó la voz de un caballero extranjero y muy cortés:
—... con el mayor placer, madame.
Jane echó una mirada por el rabillo del ojo.
Un hombre menudo y maduro, de grandes bigotes y cabeza
ovalada, abandonaba su asiento con suspertenencias, para
trasladarse a una plaza posterior.
Jane giró un poco la cabeza y vio a las dos mujeres cuyo
inesperado encuentro había proporcionado al desconocido ocasión de
mostrarse tan cortés. El hecho de mencionar Le Pinet despertó la
curiosidad de Jane, que también había estado allí.
Recordaba perfectamente a una de las mujeres por haberla visto
apretar nerviosamente los puños en la mesa debacarrá y palidecer
de un modo que dio a su maquillada faz la apariencia de una frágil
porcelana de Dresde. Se dijo que no tendría que esforzarse mucho
para recordar su nombre. Una amiga lo había mencionado, añadiendo
que no era aristócrata por nacimiento, sino que era una corista o algo
por el estilo.
Su amiga lo había dicho con un profundo desdén. Sin duda había
sido Maisie, la que era tan buenamasajista.

La otra mujer, en opinión de Jane, era una auténtica dama, de
las que poseen caballos en su casa de campo. Pero pronto se
despreocupó de las dos mujeres para distraerse con la contemplación
del aeropuerto de Le Bourget, que podía observarse desde la
ventanilla. Había allí otros aparatos, y le llamó especialmente la
atención uno que parecía un ciempiés metálico.
Estaba decidida a no miraral frente, al joven que se sentaba
frente a ella, que llevaba un jersey de un azul intenso. Jane estaba
resuelta a no levantar los ojos más arriba del jersey para no tropezar
con la mirada del muchacho. ¡Eso nunca!
Los mecánicos gritaron algo en francés, los motores rugieron con
un ruido espantoso que luego se mitigó ligeramente. Retiraron los
calzos y, finalmente, el avión empezó a moverse.
Janecontuvo el aliento. Solo era su segundo vuelo y aún
mantenía despierta su capacidad de emocionarse. Por un instante,
pensó que iban a estrellarse contra las vallas de enfrente. Pero no: el
avión se estaba elevando, giraba suavemente en el aire y Le Bourget
iba quedando tras ellos.
El vuelo del mediodía rumbo a Croydon había comenzado,
transportando a veintiún pasajeros: diez en el compartimientoanterior y once en el posterior. Llevaba además dos pilotos y dos
camareros. El ronquido de los motores quedaba bastante
amortiguado y no era necesario taparse los oídos con algodón. Con
todo, el ruido era lo bastante intenso como para perturbar la charla e
invitar a la meditación.
Mientras el avión rugía sobre las tierras de Francia rumbo al
canal de la Mancha, los viajeros del compartimiento...
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