Mujeres de manjatan

Páginas: 622 (155363 palabras) Publicado: 30 de marzo de 2012
Capítulo 1
Septiembre es un mes precioso en Manhattan y ese año no fue una excepción. La temperatura, 24 °C, era perfecta, la humedad baja y en el cielo no había una sola nube. Al volver a la ciudad tras un verano agitado, el clima siempre nos recuerda que están a punto de ocurrir cosas extraordinarias y que a la vuelta de la esquina nos aguarda algo maravilloso. La atmósfera rezumaanimación y, en un solo día, la ciudad pasa del letargo al frenesí. Como es de rigor, el tráfico avanza lentamente por Park Avenue y por la Sexta Avenida, el aire bulle de conversaciones de móviles y los restaurantes están a rebosar. En el resto del país, el Día del Trabajo marca el final del verano y el inicio del año académico, pero en Nueva York el año empieza de verdad unos días más tarde, coincidiendocon esa respetada tradición que se conoce como Semana de la Moda.
En la Sexta Avenida, detrás de la Biblioteca Pública, Bryant Park se había transformado en un país de ensueño lleno de carpas blancas donde se iban a celebrar decenas de desfiles. Unos escalones cubiertos por una alfombra negra conducían hasta las puertas de cristal y, durante toda la semana, los flanquearían estudiantes yadmiradores que esperaban vislumbrar a sus diseñadores o famosos favoritos; por fotógrafos japoneses (que, según opinaba todo el mundo, eran los más educados), por paparazzi; por personal de seguridad provistos de auriculares con micrófono y walkie-talkies: por chicas de relaciones públicas (siempre vestidas de negro, siempre luciendo expresiones de preocupación) y por toda clase de adineradasespectadoras que pedían a gritos por el móvil que les trajeran su coche. Frente a la acera se acumulaban las limusinas negras, aparcadas hasta en tercera fila, como en un importantísimo funeral de Estado. Dentro de las carpas, sin embargo, todo era glamur y entusiasmo.
Siempre había cinco o seis grandes desfiles de asistencia obligada para conservar la jerarquía social (o, sencillamente, pararecordar a todo el mundo que aún se existía) y el primero era el desfile de Victory Ford, que se celebraba a las siete de la tarde del primer jueves de la Semana de la Moda. A las seis y cuarenta y cinco minutos, el interior de las carpas era un caos controlado: seis equipos de televisión, un centenar de fotógrafos y una marea de adictos a la moda y a la prensa del corazón, compradores y celebridadesmenores, todos ellos esperando el desfile con el mismo entusiasmo con que se acude a una premiere. Una habitual de la prensa del corazón que sostenía en brazos un perro salchicha enano recibió el golpe de una cámara de vídeo en el cogote; otra famosilla fue prácticamente atropellada por una relaciones públicas, que le pisoteó los Jimmy Choo de tacón al ir hacia un famoso de más nivel. Quienesesperaban ver aunque fuera de lejos a sus estrellas de cine favoritas se quedaron con las ganas, porque las estrellas de cine (y los políticos importantes, como el alcalde) nunca entraban por la puerta principal. Los de seguridad los escoltaban hasta una entrada lateral secreta que conducía a los bastidores. Y en ese mundillo, en el que la vida se divide en una serie de círculos de exclusividad cadavez más reducidos (que, según cómo se mire, podrían ser los círculos del infierno de Dante) lo que se estilaba era pasearse entre bambalinas antes de que empezara el desfile.
En el rincón más alejado de esa zona, tras un perchero lleno de vestidos, estaba Victory Ford, que fumaba un cigarrillo a escondidas. Victory había dejado de fumar hacía años, pero el cigarrillo era una excusa para tenerun momento de tranquilidad. Durante tres minutos, todo el mundo la dejaba sola, lo cual le proporcionaba unos segundos de concentración y preparación para la próxima hora, cuando tendría que encargarse de los últimos detalles, cotillear con sus cuentas famosas y conceder entrevistas a la prensa escrita y a la televisión. Frunció el entrecejo y le dio una calada a su cigarrillo, para disfrutar de...
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