musico

Páginas: 548 (136829 palabras) Publicado: 13 de octubre de 2014
Siete años han pasado desde que Clarice Starling, agente especial del FBI, se
entrevistara con el doctor Hannibal Lecter en un hospital de máxima seguridad. Su ayuda
fue decisiva para que ella capturara al asesino en serie Buffalo Bill.
Siete años han transcurrido desde que Hannibal el Caníbal burlara la vigilancia y
desapareciera dejando una sangrienta estela de víctimas a su paso. Sinembargo, cuando
Clarice cae en desgracia en el FBI, el doctor Lecter sale de las sombras para ponerse en
contacto con ella. Así se reaviva la caza de la presa más codiciada, y Clarice, que nunca
ha podido olvidar su encuentro con la brillante y perversa mente del psiquiatra, es
encargada del caso.

Thomas Harris

Hannibal
Hannibal Lecter 3
ePUB v1.2
Perseo 08.07.12

Título original:Hannibal
Thomas Harris, 1999
Diseño/retoque portada: Jimb0o
Editor original: Perseo (v1.0 a v1.2)
ePub base v2.0

I
WASHINGTON, D.C.

1
De días como aquél podría decirse
que tiemblan por empezar…

El Mustang de Clarice Starling rugió al subir la rampa de entrada al edificio del BATF [1] en la
avenida Massachusetts, cuartel general alquilado al reverendo Sun Myung Moon por razones deeconomía.
En el interior del cavernoso garaje, con los motores encendidos y sus respectivas dotaciones de
agentes, esperaban tres vehículos: una vieja furgoneta camuflada, que abriría la marcha, y otras dos
negras de operaciones especiales, que la seguirían.
Starling sacó del coche la bolsa que contenía su equipo y corrió hacia la sucia furgoneta blanca,
cuyos costados anunciaban «MARISQUERÍAMARCELL, LA CASA DEL CANGREJO».
Desde la parte trasera del vehículo cuatro hombres la observaron acercarse con rapidez bajo el
peso del equipo. El traje de faena resaltaba su constitución atlética, y el pelo le brillaba a la pálida
luz de los fluorescentes.
—Mujeres. Siempre tarde —dijo el oficial de policía.
El agente especial del BATF John Brigham, que estaba al mando de la operación, sevolvió hacia
él.
—No llega tarde. No la avisé hasta que nos dieron el chivatazo —dijo Brigham—. Ha tenido que
mover el culo desde Quantico… ¿Qué hay, Starling? Échame la bolsa. La mujer lo saludó levantando
la mano abierta.
—¿Qué tal, John?
Brigham dio una orden al oficial de paisano sentado al volante de la furgoneta, que se puso en
marcha sin dar tiempo a que cerraran las puertas traserasy condujo el vehículo hacia la agradable
tarde otoñal.
Clarice Starling, veterana de las furgonetas de vigilancia, se agachó para pasar bajo el visor del
periscopio y se sentó al fondo, tan cerca como pudo del bloque de setenta kilos de nieve carbónica
que hacía las veces de aire acondicionado cuando tenían que permanecer al acecho con el motor
apagado.
El miedo y el sudor habían impregnadoel cochambroso vehículo de un olor semejante al de una
jaula para monos, imposible de eliminar por mucho que se fregara. En su larga trayectoria, la
furgoneta había llevado una retahíla de rótulos. Los de ahora, sucios y borrosos, no tenían más de
media hora de antigüedad. Los agujeros de bala, taponados con masilla, eran más viejos.
Por la parte exterior las ventanillas traseras eran espejos,convenientemente sucios. A través de
ellas, Starling podía ver las dos enormes furgonetas de operaciones especiales que los seguían. Ojalá

no tuvieran que pasar horas encerrados allí dentro.
Los agentes masculinos la recorrían con la mirada en cuanto volvía la vista hacia la ventanilla.
La agente especial del FBI Clarice Starling tenía treinta y dos años y los aparentaba de una forma
quehacía parecer estupenda esa edad, incluso en traje de faena. Brigham recogió su libreta del
asiento del acompañante.
—¿Cómo es que siempre te toca esta mierda de misiones, Starling? —le preguntó con una
sonrisa.
—Porque siempre me llamas —contestó ella.
—Para ésta te necesitaba. Pero siempre te veo ejecutando órdenes de arresto con brigadas de
choque, por Dios santo. Ya sé que no es asunto...
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