navidad en las montañas

Páginas: 71 (17692 palabras) Publicado: 25 de mayo de 2015
La Navidad en las Montañas

Ignacio Manuel Altamirano

A Francisco Sosa
A Vd., mi querido amigo, a Vd. que hace justamente veinte años, en este mes de
Diciembre, casi me secuestró, por espacio de tres días, a fin de que escribiera esta
novela, se la dediqué, cuando se publicó por primera vez en México.
Recuerdo bien que deseando Vd. que saliese algo mío en "El Álbum" de Navidad que se
imprimía,merced a los esfuerzos de Vd., en el folletín de "La Iberia" periódico que
dirigía nuestro inolvidable amigo Anselmo de la Portilla, me invitó para que escribiera
un cuadro de costumbres mexicanas; prometí hacerlo, y fuerte con semejante promesa,
se instaló Vd. en mi estudio, y conociendo por tradición mi decantada pereza, no me
dejó descansar, alejó a las visitas que pudieran haberme interrumpido;tomaba las hojas
originales a medida que yo las escribía, para enviarlas a la Imprenta, y no me dejó
respirar hasta que la novela se concluyó.
Esto poco más o menos decía yo a Vd. en mi dedicatoria que no tengo a la mano, y que
Vd. mismo no ha podido conseguir, cuando se la he pedido últimamente para
reproducirla.

He tenido, pues, que escribirla de nuevo para la quinta edición que va a hacerseen París
y para la sexta que se publicará en francés.
Reciba Vd. con afecto este pequeño libro, puesto que a Vd. debo el haberlo escrito.
Ignacio M. Altamirano
París, Diciembre 26 de 1890

I
El sol se ocultaba ya; las nieblas ascendían del profundo seno de los valles; deteníanse
un momento entre los obscuros bosques y las negras gargantas de la cordillera, como un
rebaño gigantesco; despuésavanzaban con rapidez hacia las cumbres; se desprendían
majestuosas de las agudas copas de los abetos e iban por último a envolver la soberbia
frente de las rocas, titánicos guardianes de la montaña que habían desafiado allí, durante
millares de siglos, las tempestades del cielo y las agitaciones de la tierra.
Los últimos rayos del sol poniente franjaban de oro y de púrpura estos enormes
turbantesformados por la niebla, parecían incendiar las nubes agrupadas en el
horizonte, rielaban débiles en las aguas tranquilas del remoto lago, temblaban al
retirarse de las llanuras invadidas ya por la sombra, y desaparecían después de iluminar
con su última caricia la obscura cresta de aquella oleada de pórfido.
Los postreros rumores del día anunciaban por dondequiera la proximidad del silencio. A
lolejos, en los valles, en las faldas de las colinas, a las orillas de los arroyos, veíanse
reposando quietas y silenciosas las vacadas; los ciervos cruzaban como sombras entre
los árboles, en busca de sus ocultas guaridas; las aves habían entonado ya sus himnos de
la tarde, y descansaban en sus lechos de ramas; en las rozas se encendía la alegre
hoguera de pino, y el viento glacial del inviernocomenzaba a agitarse entre las hojas.

II
La noche se acercaba tranquila y hermosa: era el 24 de diciembre, es decir, que pronto
la noche de Navidad cubriría nuestro hemisferio con su sombra sagrada y animaría a los
pueblos cristianos con sus alegrías íntimas. ¿Quién que ha nacido cristiano y que ha
oído renovar cada año, en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no

siente en semejantenoche avivarse los más tiernos recuerdos de los primeros días de la
vida?
Yo ¡ay de mí! al pensar que me hallaba, en este día solemne, en medio del silencio de
aquellos bosques majestuosos, aun en presencia del magnífico espectáculo que se
presentaba a mi vista absorbiendo mis sentidos, embargados poco ha por la admiración
que causa la sublimidad de la naturaleza, no pude menos que interrumpir midolorosa
meditación, y encerrándome en un religioso recogimiento, evoqué todas las dulces y
tiernas memorias de mis años juveniles. Ellas se despertaron alegres como un enjambre
de bulliciosas abejas y me transportaron a otros tiempos, a otros lugares; ora al seno de
mi familia humilde y piadosa, ora al centro de populosas ciudades, donde el amor, la
amistad y el placer en delicioso concierto,...
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