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Páginas: 11 (2651 palabras) Publicado: 25 de mayo de 2013
DEDICATORIA
A LOS MUY SABIOS E ILUSTRES DECANO Y DOCTORES DE LA SAGRADA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE PARÍS.
Es tan justo el motivo que me mueve a ofreceros esta obra, y tan justo —estoy seguro— el que tendréis vosotros para asumir su protección una vez hayáis sabido el propósito de mi empresa, que nada mejor para recomendárosla aquí que exponeros brevemente lo que he perseguido en ella.
Siemprehe entendido que los problemas de Dios y del alma son los dos principales de entre los que hay que estudiar con los recursos de la filosofa más bien que de la teología; pues aunque a nosotros, fieles, nos baste creer por fe que el alma del hombre no perece con el cuerpo y que Dios existe, a los infieles, desde luego, no parece que se les pueda convencer de ninguna religión ni aun siquiera deninguna virtud moral, si antes no se les demuestran esas dos cosas por razón natu-ral; y como con frecuencia en esta vida se ofrecen mayores premios a los vicios que a las virtudes, pocos preferirían lo recto a lo útil si no temieran a Dios ni esperaran otra vida. Y aunque es absolutamente cierto que hay que creer en la existencia de Dios porque así se enseña en las Sagradas Escrituras, y,recíprocamente, que hay que creer en las Sagradas Escrituras porque proceden de Dios, y ello por la razón de que, siendo la fe un don de Dios, el mismo que da la gracia para creer lo demás puede darla también para que creamos que él existe, no se podría, no obstante, presentárselo así a los infieles, que lo juzgarían un círculo vicioso. He observado, por otra parte, que no sólo todos vosotros y otros teólogosafirmáis que la existen-cia de Dios se puede probar por la razón natural, sino que también de la Sagrada Escritura se deduce que su conocimiento es más fácil que muchos de los que se poseen acerca de las cosas creadas, e incluso que es tan fácil que son culpables los que no lo poseen. Así se ve, en efecto, en estas palabras de Sabid. 13: «Y no se les debe perdonar; pues, si tanto han podido saberque pudieron evaluar el siglo, ¿cómo no encontraron con mayor facilidad al Señor de él?» Y en Rom. 1 se dice que los tales son «imperdonables». Y también en el mismo lugar, con estas palabras: «Lo que se conoce de Dios está manifiesto en ellas», parece que se nos advierte de que todo lo que se puede saber acerca de Dios se puede mostrar con razones que no hay que sacar de otro sitio más que denuestra propia inteligencia. Por ello he estimado que no era inadecuado para mí investigar de qué manera tiene eso lugar
y por qué camino se puede conocer a Dios con más facilidad y seguridad que las cosas del siglo.
Y por lo que se refiere al alma, aunque muchos han juzgado que no es fácil descubrir su naturaleza, y algunos hasta se han atrevido a decir que los conoci-mientos humanos demuestranque perece al mismo tiempo que el cuerpo y que sólo la fe sostiene lo contrario, no obstante, como los tales están condenados por el concilio de Letrán celebrado durante el papado de León X, en su sesión VIII, que expresamente encarga a los filósofos cristianos que refuten los argumentos de aquéllos y demuestren la doctrina verdadera con todos sus recursos, no he vacila-do en intentar tambiénesto.
Por otra parte, sabiendo yo que muchos impíos si no quieren creer que Dios existe y que el alma humana se distingue del cuerpo no es por otro motivo que porque, según dicen, esas dos cosas no han podido hasta la fecha ser demostradas por nadie, y aunque en modo alguno esté yo de acuerdo con ellos, sino que por el contrario estimo que casi todos los argumentos que para estos problemas hanproporcionado grandes hombres tienen, cuando se les comprende bien, el valor de demostraciones, y estoy convencido de que apenas podría yo presentar alguno que no esté ya descubierto por otros, no obstante entiendo que nada puede ser más útil en la filosofía que el investigar atentamente a un mismo tiempo los mejores de todos y exponerlos con tanto esmero y evidencia que en lo sucesivo resulte...
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