Ninguno

Páginas: 9 (2021 palabras) Publicado: 21 de octubre de 2013
La joven ama.-

Era tradición. A todas las mujeres de la familia, al cumplir los dieciséis años les regalaban un esclavo. Matucheck llevaba una hora de pie dentro de la habitación de la hija del ama, la que cumplía dieciséis años ese día. Matuchec estaba desnudo y temblaba ligeramente. No sabía si era por el frío o por el miedo que le causaba saberse esclavo de aquella joven que aún dormíaapaciblemente.

Nerea se removió en la cama. Estiró sus brazos y sus piernas. Un pie asomó bajo la colcha. Matucheck contempló el lindo pie a la luz que se colaba por la ventana. ¡Cielos, que lindo...! pensó el muchacho. Nerea dio otra vuelta sobre sí misma en la cama y abrió los ojos. Pronto una sonrisa iluminó su rostro bello y juvenil.

—Eres mi esclavo? – preguntó con la voz más dulce quejamás hubiera escuchado Matucheck.

—Sí ama, eso parece.

Nerea se sentó en la cama y lo miró. Se frotó los ojos para despejarse y lo enfocó. Su mirada se posó en su buen aparato genital. Se relamió con discreción. Luego sacó las piernas de debajo de la colcha y sentándose en un lado de la cama bajó los pies al suelo, sobre la alfombra.

—Acércate, que te vea – le ordenó con voz suave.Matucheck obedeció y dio dos pasos al frente. Se detuvo y clavó la mirada en el suelo, la cabeza gacha, como debía estar un esclavo frente a cualquier noble y más aún si era ante su propia ama ante quien se hallaba.

—Bésame los pies – le ordenó Nerea.

Matucheck se arrodilló e inclinando la cabeza posó sus labios sobre los pies descalzos de su joven ama. El muchacho aspiró el dulce y delicadoaroma de aquellos pies que sus labios encontraron suaves.

—Quiero que cada mañana me saludes besándome los pies... cual es tu nombre?

—Matucheck, ama – respondió levantando ligeramente la cabeza e intentando mirar el bello y joven rostro de Nerea.

—No te he dado permiso para que dejes de besar mis pies y mucho menos para que me mires – le dijo con un tono ahora más autoritario del que habíaempleado hasta aquel momento.

—Te ruego me perdones, ama.

—Ya veré – dijo soltando una risita y pisándole la cabeza con la planta desnuda de su pie, aunque sin presionar con fuerza – ve a buscar a mi esclava, quiero vestirme.

Matucheck salió de la habitación y regresó al cabo acompañado de Lena, una de las esclavas de la casa asignada a la señorita Nerea.

—¡Vísteme Lena...! has vistomi regalo de cumpleaños? Qué te parece?

—Parece bien dotado, ama – respondió la esclava arrodillándose para calzar las botas a su joven ama.

—Le conocías?

—No, ama. No le había visto antes.

—No me has abrillantado las botas, Lena? – preguntó Nerea mirando hacia sus pies.

—No he podido ama, perdóname, te lo suplico, ahora mismo te las limpio... te ruego que no me castigues... laseñora me ha tenido ocupada desde ayer... – le suplicó Lena que de repente se había puesto a sollozar.

—Está bien, está bien, no llores, no te voy a castigar... por esta vez.

Lena se había sacado un cepillo y un paño del bolsillo de su mandil y empezaba enlustrar las botas de Nerea.

—Déjalo, lo hará mi nuevo esclavo. ¡Tú... ven... límpiame las botas!

—Sí ama.

Matucheck se arrodilló enel sitio que acababa de dejar libre Lena. Él iba desnudo y por tanto no portaba ningún utensilio para ese trabajo. Buscó con la mirada a Lena para que le prestara los suyos. Pero Nerea se lo impidió dándole un golpe con la bota para reclamar su atención.

—Tú eres un esclavo sexual, sabrás usar tu lengua, supongo? – inquirió Nerea en un tono divertido.

—Sí ama.

—Pues úsala...

—Sí ama.Lena miró a su ama y dejó escapar una risita al ver al apuesto esclavo postrado a los pies de Nerea y lamiéndole las botas como un perro.

Nerea, cuando le pareció que sus botas tenían el brillo adecuado, se levantó y salió de la habitación dejando al esclavo arrodillado. Cuando regresó, minutos después, el esclavo seguía en el mismo sitio. Nerea le arrojó a la espalda un pantalón y una...
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