Nothing

Otoño sablista:
Vida
El Pensador Rodin
Con el mentón caído sobre la mano ruda,
el Pensador se acuerda que es carne de huesa, carne fatal, delante del destino desnuda, carne que odia la muerte, y tembló de belleza,
Y tembló de amor, toda su primavera ardiente, y ahora, al otoño, anegase de verdad y tristeza. El pasa sobre su frente, en todo agudo bronce, cuando la noche empieza.
Y en laangustia, sus músculos se hienden, sufridores. Cada surco en la carne se llenara de terrores. Se hiende, como la hoja de otoño, al Señor Fuerte que le llaman en los bronces...
Y no hay árbol torcido de sol en la llanura, ni león de flanco herido, crispados como este hombre que medita la muerte.

En la rotura de la noche, como gallos, tres hombres gallaron al encuentro con el alba. Desde suscabañas se despidieron maridados un hombre bajo, otro ancho y contiguo a los dos, uno alto. Vinieron hacia el día, con las botas encueradas y el azadón de bronce firme en sus hombros. Con paso firme, vieron asomar la cara plena del sol, reposando a un hombre con su mentón caído sobre la mano ruda. preguntó el alto. Aquel mantenía su postura. El hombre, pensaban los tres, llevaba ahí, al parecer,una noche completa. Se acercaron rodeándolo, mirándole con profunda desconfianza. El hombre se levantó y les mostró su rostro sano, risueño. Entre las líneas del semblante, notaron perturbada el alma del hombre y éste decidió volver a sentarse. Halló conveniente sentarse con parsimonia en una de las zarpas más próximas de donde yacía. Los tres hombres, aplacados por el silencio del amanecer, sesentaron a su lado.
Le vigilaron hasta que el día se esfumó. En la apertura de la noche y a la luz de su linterna, el ancho se permitió preguntar: >. Cuando el hombre le oyó, dijo: Señalando con una vareta que tomó frente a él, un montículo de tierra. Entonces los tres hombres, especularon la carne fatal, mortal, que se urde bajo ella. Frente a los tres, se les presentaba la inescrutablecuriosidad. Decidieron acercarse. El ancho, haciendo uso de sus manos y alucinando en cada cavada la carne fatal y extraña de un espectro, sospechaba que existía ahí un homicidio. Alterado, socavaba delante del destino próximo, ideando una muerte desnuda. Tal vez la carne de huesa era la carne que odia la muerte; la odia porque no está, no existe; sólo ha de representar el vestigio de lo que fue.
Elalto, de reojo, creía que dudó la convicción en el hombre, y tembló de belleza por ella, una desconocida para él. Cierto es que todo esto era una suposición y entraron en acuerdo mutuo. La tierra al instante implosionó y los tres cayeron en la huesa. El polvo les cubrió y el bajo tembló de amor. Toda su primavera ardiente cedió al invierno desesperanzador; y la maternidad de su mujer, pasó aser un mero sueño contemplativo.
El alto pensó, también, en ellas: la que le acompaña en la cama y la que le acompañaría. Asomó la bruma, luego una precipitación. Más tarde, sobre los cuatro, llegó la lluvia. Arriba de la huesa, el hombre súbitamente anegase de tristeza y empatados, los tres se visten de melancolía y acompañan el llanto del hombre. Sugiere el alto y la idea es unánime. Alescampar y alrededor de los tres, el agudo bronce de los azadones relució al haz de la linterna. Notaron que cuando la noche empieza, el miedo se extiende en ellos y resolvieron abandonarlo; eso les hacía verdaderos hombres. Así que, si al yugo del miedo y la angustia sus músculos se hienden, sufridores, entonces han de encontrarse en el calor de sus cabañas y olvidar cada surco en la carne. Ya nuncadejarían que sus heridas se llenaran de terrores, como en el hombre que mira desde arriba, impotente.
A diferencia del alto, del bajo y del ancho, el hombre, desde su zarza, camina vacilando entre el abandono y la asistencia. Sin resolverse, se hiende como la hoja de otoño, que cae y se arruma. Ahora es eso, una hojarasca clavada en el tiempo. Y en la posteridad del instante eterno, la...