obra matalache
Al igual que las bestias se le daba ración contada y medida. (...) Y a cambio de esto once horas de trabajo: de cinco a seis con dos horas de descanso de por medio. Yera en este edificio donde Juan Francisco el nieto de aquel hidalgo industrioso del siglo XVIII, había venido a establecerse, resuelto a amasar en ella una nueva fortuna. El abuelo había sido un hombre de vida disipada, de ahí que a su muerte el negocio quedara resentido. Fue en esta condición de descrédito en que don Juan Francisco recibió el negocio familiar. Junto con el traspaso se le dio unadocena y media de esclavos, viejos en su mayor parte, y al frente de este rebaño a un atlético mulato llamado José Manuel, terror de las mulatas jóvenes debido a su virilidad. Fue en aquellos días, en que don Juan Francisco se hallaba levantando a La Tina de sus escombros, en que intempestivamente apareció su hija María Luz, venida de Lima, y seguida de una cabalgata de jóvenes píatenos cautivadospor la belleza de la muchacha. El arribo de la muchacha no causó gracia alguna a su padre, quien veíase ya haciendo el papel de madre. La muchacha había estado al cuidado de sus tíos, pero como el padre no había enviado el dinero para la mantención con puntualidad, aquellos decidieron enviársela al padre para que él se hiciera cargo de la hija. Para que la muchacha no interfiriera en sus labores,el padre la instaló en el piso alto, sobre sus habitaciones, con cierta independencia, y dándole para su servicio dos criadas, entre ellas a Rita.
La tranquilidad de María Luz en aquella enorme casa no era más que aparente. Aquella vida era como un secuestro, como un encierro a perpetuidad, sin esperanza de cambio o fin. Sólo las puestas del sol alegraban su espíritu; unas puestas de sol quebañaban sus pupilas en oros y violetas de una pureza extraña. Cierta mañana, estando María Luz en el balcón de su recámara, fue saludada amablemente por José Manuel, que era el capataz de La Tina. Fue aquel musculoso mulato quien le sirvió de guía cuando la bella muchacha se decidió a dar un paseo por los alrededores de la fábrica. Así pudo la muchacha contemplar a los peones que trabajaban casidesnudos en aquel ambiente nauseabundo, donde los cueros despedían una hediondez acre y punzante y donde una espesa nube de moscas zumbaban por todas partes.
Por un negro de aspecto simiesco y medio tonto, María Luz pudo enterarse de donde provenía el mote de Matalache, con que se le conocía a José Manuel: "Cógela, Cógela José Manuel; /mátala, mátala, mátala, che", le cantaban al mulato en...
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