Para qué jugar ajedrez

¿Es el ajedrez realmente útil para mejorar cerebralmente?
Desde mis tiernos ocho años quedé encantado con las figuritas de ajedrez de plástico que mi padre guardaba en la parte de arriba de suguardarropa. Fue amor a primera vista el día que bajó la caja para jugar con un pariente que venía de visita. El encanto inicial se volvió confusión: no entendía yo lo que hacían al mover las piezas sobreel tablero. Cuando –inocentemente- pregunté a los jugadores qué era lo que pasaba recibí como respuesta lo que cualquier metiche se merece: “niño, no molestes… ¿no ves que estamos concentradosjugando?”
Mi padre, cinco años después, tuvo la gentileza de explicarme –de manera limitada- cómo se colocaban inicialmente y se desplazaban las piezas sobre el tablero. Jugamos unas partidas y las perdítodas. No desesperé y volví a la carga el siguiente domingo. Jugamos más partidas que la primera vez, pero todas las perdí. Caí en el juego de aceptar algunas piezas de ventaja, aunque los resultados nomejoraron.
Después de varios domingos de necedad estuve a punto de abandonar lo que ya se había vuelto una costumbrita: pasar la tarde recibiendo palizas ajedrecísticas a placer de mi padre. Pero huboalgo que cambió las cosas: un amigo me prestó un libro llamado “La trampa en la apertura”. Era un librito delgado con algunos trucos para comenzar la partida de ajedrez logrando ventaja sobre rivalesdespistados.
Al siguiente domingo, y después de repasar mi material secreto, comenzamos la sesión de juego. Mi padre se sorprendió mucho al verse perdido gracias a una “celada de apertura” que él,hasta ese momento, desconocía. El truco me funcionó para una sola vez ya que nunca pude volver a utilizarla contra él esa celada en particular. Sin embargo, algunas de la otras celadas del librotuvieron efectos tan devastadores sobre su moral que ya no hubo sesión ajedrecística dominguera nunca más.
Busqué con quién más jugar. Había pocos amigos en la escuela a los que les gustara el ajedrez...