¡Pide Ayuda A Tus Amigos!
Manda al diablo los paisanos;
que te prometo, morena,
que en siendo yo coronel,
tú serás la coronela.
Y así fue; pues cuando en la guerra contra la invasión francesa llegó el bizarro cabo amandar un regimiento de dragones, la hija del mesonero, cumplido el vaticinio, montaba a horcajadas a su lado con unos bríos y una soltura dignos de brillar en un circo ecuestre, y de ser envidiados por las amazonitas del día, que no hay potro mal domado que arredre, y que huyen y gritan al ver un ratón.
Vestía en tales excursiones, pantalones a lo mameluco, una chaqueta militar con faldoncillos,en cuyas bocamangas, lucían tres galones como tres rayos de sol. Llevaba en la cabeza una gorrita por estilo de gorra polonesa, confeccionada con una notable falta de gracia, y adornada con unas grandes plumas negras, que cuando corría se llevaba el viento hacia atrás, de suerte que parecía el humo de un vapor. Adornaba además a esta gorra una escarapela tamaña como una rueda de sandía. Lossoldados al verla se entusiasmaban; la intrépida amazona tenía un partido loco con la tropa; por seguir a su coronela y a su bandera, hubieran los soldados pasado no sólo por el fuego, sino por el agua. ¡Qué arrogante moza! Esta era la calificación general, que no sin razón se le daba, y la que tanto sonó en sus oídos, que se la apropió y se identificó con ella como con su nombre de pila.
DoñaEufrasia siempre fue honrada como buena navarra, y unas cuantas sonoras bofetadas habían cimentado sólidamente su respetabilidad en los campamentos.
Cuando esta suave indirecta había sido dada a un antiguo conocido o compañero de su padre, de charretera o capona de lana, se había éste conformado mediante el conocido refrán: patada de yegua no mata caballo.
Si era el escarmentado de los quellevaban charretera de plata, habíale contestado con el caballeroso y nunca desmentido axioma: manos blancas no ofenden.
A la sazón todo había dejado de existir, la guerra, los mandos, el coronel, la guardia a la puerta, la moza; nada había quedado sino lo arrogante, de lo que resultaba conservar dicha militara su hablar recio, su tono decidido, sus maneras bruscas y su obrar expeditivo. Se creía,con sobrada impertinencia, con derecho innato a imponer su veto a todo, como la Aduana a poner su sello, y nadie se lo contestaba.
Las gentes osadas gozan en sociedad unos privilegios y primacías que hacen poco favor a los individuos que la forman, pues esto prueba que son tan fáciles en dejarse imponer, como difíciles, son en dejarse guiar, tan dóciles a la presunción desfachada como rebeldes ymal sufridos a la persuasión razonable y modesta. El vapor y la osadía son los dos motores, físico y moral, de la época.
Así era que doña Eufrasia, a quien nadie podía sufrir, se había hecho por su propia virtud un lugar en todas partes, y plantada en jarras en su puesto tomado por asalto, no había guapo que la desalojase. Si alguna vez una persona poco sufrida le daba una respuesta agria yofensiva, se amortiguaban estos dardos sobre la doble coraza que ceñía a la amazona: eran éstas su falta de delicadeza que la hacía no sentir sus puntas, y su grosero egoísmo, sobre el que se embotaban sus filos.
Era esta señora entremetida como el ruido, curiosa como la luz, e inoportuna como un reloj descompuesto. Lo que no le decían, lo preguntaba; si a fuerza de maña se lograba evadir sus...
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