portda bicolor
Después de varias inspiraciones profundas, volvió a la tranquilidad que le otorgaban las páginas blanco nuclear de ese misterioso libro. El cálido Sol de una típica tarde deverano, acariciaba como suaves plumas de avestruz el contorno de su bronceada piel. A medida que iba desgajando línea a línea, poco a poco, el contenido de dicha obra de arte, estaba cada vez más segura dequerer saber quién había escrito tal reliquia de coleccionista. La llegada a sus inocentes manos ya fue por sí sola extraña, sin embargo, la trama lo era aún más. No era un libro estéticamenteatrayente y estaba en lo cierto al pensar que nunca lo hubiera escogido en una librería; quizá porque la portada bicolor -mitad verde caqui, mitad roja- le recordaba a los cuadernos de universidad de supadre o porque simplemente las sosas letras que formaban parte del título no eran del todo llamativas. No obstante, cuánto más tiempo permanecía aquel libro entre sus dedos, más subyugada e intrigada latenía.
Apenas podía alcanzar oír algún sonido más que el que adquiría el diálogo en su cabeza, instándole a continuar leyendo, a devorar hasta los bordes si con eso conseguía arrancar más pedacitosde aquella historia. Una historia que, ciertamente, le encantaba. En ese momento, el niño entraba en la tienda flotante con los ojos como platos. Jamás había podido imaginar tal cantidad de golosinasen un espacio tan reducido. Sintió su respiración acelerada en sus tímpanos, el paso prácticamente ridículo que conferían sus delgadas piernecillas y el tembleque, cada vez mayor, de sus manos. Lastipografiadas letras a máquina vibraron sobre el áspero papel, danzando sobre su superficie, tratando de salir de la cárcel que no les permitía movimiento alguno. Entonces, un pinchazo taladró sus sienescon voracidad, haciendo que soltara alterada el libro. Sin embargo, segundos después, el muchacho dirigió sus achocolatados ojos hasta dónde debería estar el tendero, pero no encontró a nadie. La...
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