prologo
He sentido también que me llame invidioso y que como a ignorante me describa qué cosa sea la invidia10; que, en realidad de verdad, de dos que hay11, yo no conozco sino a la santa, a la noble y bienintencionada. Y siendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lo dijo por quienparece que lo dijo, engañóse de todo en todo, que del tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa12. Pero en efecto le agradezco a este señor autor el decir que mis novelas son más satíricas que ejemplares, pero que son buenas; y no lo pudieran ser si no tuvieran de todo13.
Paréceme que me dices que ando muy limitado y que me contengo mucho en los términos de mimodestia, sabiendo que no se ha de añadirIII aflición al afligido14 y que la que debe de tener este señor sin duda es grande, pues no osa parecer a campo abierto y al cielo claro15, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad. Si por ventura llegares a conocerle16, dile de mi parte que no me tengo por agraviado, que bien sé lo que son tentacionesdel demonio, y que una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer y imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros y tantos dineros cuanta fama; y para confirmación desto, quiero que en tuIV buen donaire y gracia le cuentes este cuento:
Había en Sevilla un loco que dio en el más gracioso disparate y tema que dio loco en el mundo17, y fue que hizo uncañuto de caña puntiagudo en el fin18, y en cogiendo algún perro en la calle, o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota; y en teniéndolo desta suerte, le daba dos palmaditas en la barriga y le soltaba, diciendo a los circunstantes, que siempre eranmuchos: «¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?». ¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro19?
Y si este cuento no le cuadrare, dirásle, lector amigo, este, que también es de loco y de perro:
Había en Córdoba otro loco, que tenía por costumbre de traer encima de la cabeza un pedazo de losa de mármol o un canto no muy liviano, y en...
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