Psicoanálisis, Lacan y Ocampo

Páginas: 7 (1624 palabras) Publicado: 11 de julio de 2014

TODA LA VERDAD SOBRE EL AMOR ENTRE OCAMPO Y LACAN
Jacques y Victoria
Si alguna duda cabía de que el psicoanálisis se desarrolló gracias a las mujeres argentinas, la despeja este texto cuyo autor, a partir de investigaciones documentales, reconstruye la relación entre Victoria Ocampo y Jacques Lacan, durante unos pocos meses tormentosos de 1930 en París.
Por Jorge Baños Orellana *
JacquesLacan (1901-1981) y Victoria Ocampo (1890-1979).
Fotomontaje: G. Z.
El 11 de enero de 1930, en carta a su hermana Angélica, Victoria Ocampo le contó: “Lacan es exactamente lo contrario de Drieu [la Rochelle], física y moralmente. Pelo negro o casi, entusiasmo, entusiasmo y entusiasmo, gran boca; ¡la boca más y más simpática que te puedas imaginar!”. El 20 de enero, volvió a escribirle: “Me quedéen cama ayer. Jacques Lacan me limpió la garganta con un desinfectante maravilloso. Ya no me incomoda pero tengo resfrío en la nariz”. Otra carta, el 7 de febrero: “Nos peleamos diariamente y a cada rato tomo la resolución de no verlo más. Pero como Jacques no tiene reemplazante que se le asemeje, lo sigo viendo. Pensábamos ir a Chartres este domingo, pero acabo de tener una discusión con él porteléfono y creo que no iremos”.
A lo largo del año anterior, 1929, Lacan ejercía sin contradicciones una doble tarea: era un neuropsiquiatra opuesto manifiestamente a la injerencia del freudismo en los temas de las psicosis, y era un psicólogo persuadido de que debía ofrecerse como yo ideal y que debía obturar cuanto antes las caídas del sentido. Algo tendrá que ocurrir, porque, en 1932, JaquesLacan firmará una tesis doctoral donde se trasluce todo lo contrario: la propuesta de una interpretación psicoanalítica para la psicosis paranoica. Es verosímil que, en la marcha de las unas a las otras, el surrealismo le haya servido de puente: no se detenga ante la niebla, decía el Manifiesto surrealista. Incluso el espíritu explorador de Alfred Lacan pudo haber colaborado a que su hijo noretrocediera ante los aromas exóticos de nuevas vecindades. Sin embargo, algo más debía sumarse para que esa anuencia llegara a infiltrar la zona más resistente: la de la jactancia, la del engreimiento del yo de Jacques Lacan, más inclinado a tener razón que a soportar perderla, según lo aseguran testigos de su niñez y juventud.
Para saltar el abismo que separa el paradigma de 1929 del de 1932, le hacíafalta no solamente observar detenidamente y devanarse los sesos, sino y sobre todo ser capaz de desdecirse, de deponer el orgullo y admitir la propia ridiculez, de soportar que se quiebre el cristal del espejo elogioso del yo. Para ese trámite ineludible, el surrealismo no tenía nada para enseñarle: en la riña de gallos de los caballeros surrealistas nadie bajaba el copete del yo. ¿Cómo fue,entonces, que Lacan...? Hay indicios de que ese aplacamiento de la pasión yoica ocurrió en la cama de la burguesa Victoria Ocampo, en febrero de 1930.
Desde 1997, contamos con pruebas documentadas acerca de la sagacidad de Victoria Ocampo para deshonrar esos envanecimientos yoicos y, con desiguales resultados, aplacarlos en un joven amante suyo: Roger Caillois. Por más que ella misma era una señorade convicciones firmes y de gestos impugnables, V. O. dio muestras de una exquisita sensibilidad para avizorar las tonterías de la infatuación masculina (y las tonterías del acatamiento femenino). Por eso se volvió una enemiga instantánea y pertinaz del sectarismo inflado de Caillois, a quien conoció en el Collège de Sociologie. Muy pronto se volvieron amantes y, desde la primera carta de unnutrido intercambio epistolar, Caillois debió defenderse de las ironías de Victoria acerca de la aspiración de fundar una secta iluminada con un puñado de elegidos. Pero lo más persuasivo de ese debate pasará por los cuerpos, no por los forcejeos epistolares. Por el cuerpo de Caillois, al parecer frágil de salud a sus veinticinco años, que teme perder la unidad ante los avances del de Victoria, de...
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