Es el signo de los tiempos: en estas deslucidas democracias la política no sigue líneas ideológicas ni doctrinales, pues está subordinada a un montaje de liderazgos postizos dependiente del impactoemocional que provocan determinados problemas. De ahí que nadie discute los aspectos sociológicos, administrativos y técnicos de las autonomías ni lo razonable o justo de los dos tercios en laConstituyente, y todo se reduce a un forcejeo entre Evo Morales y otros caudillos en un confuso trasfondo de reivindicaciones sociales, aspiraciones regionales, intereses económicos y prejuicios raciales.Por falta de criterios ideológicos claros, ni oficialistas ni opositores estudian los problemas del país y sólo atienden a estrategias y tácticas para conservar o recuperar el poder. Ni las autonomíasni los dos tercios tienen defensores o detractores bien informados y concientes, sino seguidores obtusos de quienes se atribuyen la representación popular, a sabiendas de que no existen mecanismosapropiados para fiscalizarles y para apoyar o castigar sus acciones.
El oficialismo está interesado en conseguir resultados rápidos y visibles, aunque sean aparentes y la realidad contradiga a lapublicidad. Los partidos opositores tienen una sola meta: recuperar el poder, y por tanto les une Evo Morales, su enemigo común: Por eso, inopinadamente, viejos enemigos en desgracia han pasado dealevosos salivazos a tiernos embelecos, y viceversa, aunque en el trasfondo de sus arrumacos o de sus peloteras es fácil ver un interés ajeno a la búsqueda del bien común.. Ambos intentan impresionar a laopinión pública y, pese a sus chambonadas, a veces lo logran por falta de cultura política de la gran masa ciudadana. Atingidos por necesidades inmediatas, obedecen a criterios tácticos que implicantomar decisiones apresuradas con parches bien publicitados para resultados a corto plazo que perjudican las soluciones definitivas.
Pero no se puede lograr ni conservar el poder sólo por la...
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