Quijote

Páginas: 29 (7011 palabras) Publicado: 9 de abril de 2012
CONCILIO MAYOR







El monje se resistía a vomitar todos los secretos
que había jurado sobre el crucifijo guardar,
pues temía ser destinado a los fuegos del infierno,
o que le aviniera la muerte como una
sombra alada por su traición.


LOS ARCHIVOS DE EGIPTO, Leonardo Sciascia





La música es siempre un enigma difícil de desentrañar. Blasco losupo una helada noche de noviembre, cuando, miope como era, acercó demasiado el pergamino responsorial a la lumbre del candil para reconocer un acorde que probaría con el orfeón de indios por la mañana. En cuanto lo hizo, el rollo operó un oscurecimiento espontáneo. Ante el riesgo de un fuego irreparable, el viejo clérigo lo retiró con precipitación y, con avivados golpecitos, revocó el incendio.Nada malo ocurrió, por suerte, pero el rollo, en lugar de chamuscarse, reveló una frase secreta:
  —¡Tinta simpática! —exclamó Blasco.
Impelido, buscó sus impertinentes de lectura, y después de calzárselos sobre la nariz coloradota, descifró, uno a uno, los caracteres apenas develados: Audate tragoediam mea et veritam reperebunt. Era un latín apostólico, provecto, y la letra denotabaun garrapateo desigual, punzado seguramente con pluma de fusca, como era corriente en los albores del medioevo. Recordó que entonces se usaba el extracto del limón como tinta invisible para componer recados sigilosos y que el libro de historia natural de Plinio sugería una fuente de calor para hacerlos visibles.
—«Escuchad mi tragedia y encontrad la verdad» —tradujo, lentamente, y siguiórepasando la frase sin que su mente reaccionara ante el estímulo.
—Acabo de encontrar un mensaje con tinta simpática en los rollos musicales de Gorgonio de Calatrava —le confió, una hora después, al rector, camino al rezo divino.
—¿En los rollos de Gorgonio de Calatrava? —se asombró el rector y una espesa fumarola escapó de su boca. Grande, de espaldas anchas y voz atronadora, nunca sedesprendía de sus dos gigantescos perros de guarda, a los que tiraba de correas distintas—. ¿El monje que instauró el canto gregoriano?
—El mismo —dijo Blasco—. Usó tinta simpática. Goma de leitirina, quizás, o bálsamo de euforbio, tan empleados por los alquimistas del Viejo Mundo. El calor de mi candil quemó la sustancia y reveló el mensaje.
Cuando Blasco desplegó el rollo paramostrárselo, el rector se detuvo bajo el basto arbotante del corredor, y abandonó las correas de los mastines. Blasco conocía su pasado: antes de arribar al convento, el membrudo rector había pertenecido a una hermandad arcana que, en las colonias americanas, pretendía prolongar las guerras santas en busca del sanctus capillum, vale decir la cabellera de Cristo que las mujeres nazarenas guardaron despuésde cortársela, como era la costumbre judía, durante la ceremonia funeraria. Esta cabellera, según noticias históricas, había sido separada en dos mitades por órdenes de Constantino para confundir a los traficantes de reliquias. Mientras la primera porción fue protegida en una basílica romana, se aseguraba que la segunda, varios siglos después de andar de tumbo en tumbo, había tomado puerto en lascostas indianas a bordo de un galeón evangelizador. Tras sus misteriosas huellas, que la doctrina negaba, se lanzó el rector con los guerreros místicos, y a causa de su credo hermético fueron perseguidos para echarlos al fuego. Después de varios años de lastimera evasión, el rector decidió reconciliarse con la iglesia y peregrinó de rodillas hasta la cardenalía en demanda de clemencia. Éstaescuchó sus excusas y levantó su excomunión. Como sanción, sin embargo, le encomendó diversos ministerios, ninguno fácil, y así, a medida que iba sobreviviendo a cada servicio espinoso, a cada nueva misión indigna, fue ganando rangos, privilegios, hasta que le confiaron la rectoría del convento. No fue precisamente un premio: el cargo era vitalicio y las condiciones de vida en este pueblo de...
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