resumen de la obra juan e la rosa
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Publicado porJorge
Literatura / Novela romántica / :
Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia de Nataniel Aguirre (Cochabamba, Bolivia, 1843 – Montevideo, Uruguay, 1888), se publica...
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JUAN DE LA ROSA.MEMORIAS DEL ÚLTIMO SOLDADO DE LA INDEPENDENCIA
8
los amenos valles de Cochabamba, en los que le esperaba mejor suerte dela que él mismo se prometía.Como “guapo chico” averiguó en Oropesa cuál era la muchacha másrica de las criollas casaderas, y le contestaron que doa Chabelita
Zagar-dua. La vio una sola vez en la iglesia, muy recatada, envuelta en su manto;no supo de qué color eran susojos, ni oyó el timbre de su voz, y la pidió yobtuvo en matrimonio de sus padres. Esto, que ahora sorprenderá a mislectores, era muy sencillo en aquellos tiempos para un espaol peninsu-lar; porque había muchos padres que decían:
marido, vino y bretaña, dela España
, y de este número eran los de doa Isabel, con el aditamentode que habiendo pedido de Vizcaya algún sobrino Zagardua para casarlocon suhija, y no llegando el novio, a pesar de que recibieron noticia de suvenida hacía dos aos, creían ya que nauragó en el charco o ue preso en elgaleón, por los herejes, que hacían constante guerra al rey de las Espaaspor católico.
II
Don Pedro –era ya
don
desde que pisó las playas del Nuevo Mundo–,pudo haber tenido en doa Isabel una tierna y amantísima compaera,como lo son hasta ahora desus maridos las ejemplares seoras de mi país;pero su orgullo peninsular no lo permitía, y quiso él que uese solamentesu más solícita y sumisa esclava, sin derecho a hacerle la más mínima ob-servación, ni a merecer ninguna condencia.Vivió en el ocio y la abundancia, retirado casi siempre en la más her-mosa y cercana de las haciendas de su mujer, con respetable provisión,incesantemente renovada,de los mejores cigarrillos y el más exquisitochocolate que podía mandar torcer y labrar expresamente para él y a supresencia la humilde y resignada doa Isabel.Tuvo de ella cuatro hijos, que voy a nombrar por el orden de su naci-miento: Pedro de Alcántara, Enrique, Teresa y Carlos.Éstos crecieron mimados por su buena madre, venerando de lejos,después de Dios, al autor de sus días, sin molestarlecon sus lloros, ni gri-tos, ni travesuras, en recuente trato con los criados. Solamente los domin-
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gos y estas de guardar los lavaban y vestían de gala, para que se acercasena besar las manos del “caballero grande”, quien se sonreía a veces, y sedice que algunas los acarició con una palmadita en la mejilla. Cuando poracaso llegaba a sus oídos alguna travesura demarca mayor, se limitaba aencogerse de hombros, y decía:—Son criollos... ¿qué hay que esperar?Estaba íntimamente persuadido de la inerioridad ísica, moral e in-telectual de sus hijos; creíalos condenados sin remedio a ser enclenques,depravados y tontos por haber tenido la desgracia de nacer tan lejos deLogroo, en otro mundo. No os sorprendáis, lectores míos: esto era loque, como don Pedro, sentía ypensaba la generalidad de nuestros abuelosespaoles. Cada uno de los personajes de esta historia de mi vida no es másque un tipo de las especies de hombres de mis tiempos.
III
Pero con todo lo que don Pedro tuvo, por sólo ser espaol, en el Nue-vo Mundo, no estaba satisecho. ¡No había nacido noble
jodalgo
! ¡El
don
se lo había dado aquí la costumbre, pero lo prodigaba a todos, y él...
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