Ricardo ribera, "romero y ellacuría: el santo y el sabio

Páginas: 7 (1640 palabras) Publicado: 13 de febrero de 2012
Ricardo Ribera



"Romero y Ellacuría:
el santo y el sabio"

Las dos figuras cimeras del cristianismo salvadoreño contemporáneo, Monseñor Romero e Ignacio Ellacuría, comparten el mérito de una muerte coherente con su vida. Se trata de una muerte multiplicadora de la obra fecunda que realizaron en vida. En ambos casos nos encontramos frente una muerte profética, premonitoria ydenunciadora, que influyó significativamente en los acontecimientos posteriores que han acaecido en El Salvador. Las dos muertes, la del santo y la del sabio, marcan concretos momentos de inflexión en el proceso histórico salvadoreño. Con la muerte de Romero se desató la guerra; con la muerte de Ellacuría se desencadenó la paz.

*****

El tiempo moldeó a Romero —el obispo conservador, el preferido por losoligarcas— transformándolo íntima y profundamente, en lo que constituyó una auténtica conversión. Romero se convirtió así en el obispo del pueblo pobre, en el pastor de las mayorías populares, en la voz de los sin voz. Pero el tiempo, tercamente, no se dejaría moldear por Romero.

Él trató de exorcizar a los agentes del mal con un llamado a sus corazones: "En nombre de Dios y de este sufridopueblo, cuyos lamentos suben cada vez más tumultuosos hasta el cielo, les pido, les ruego, LES ORDENO, en el nombre de Dios: CESEN LA REPRESION". Pero esos corazones humanos estaban secos, petrificados, muertos. Lejos de ablandarse con el mensaje de amor cristiano se endurecían aún más. Para los verdugos cada palabra de Monseñor Romero era una nueva prueba de su peligrosidad.

La verdad erademasiado subversiva, demasiado riesgosa, para un régimen cuya realidad era la falsedad. Le advirtieron, le amenazaron, le señalaron públicamente. Llegaron incluso a escenificar en los medios de comunicación el drama de una auténtica "crónica de una muerte anunciada". Pero no consiguieron intimidarlo. Como en la parábola del buen pastor, Romero se ofreció por sus ovejas y aceptó ése su destino. Intuyóque ésa era su misión y su mejor aporte: entregar su vida por su pueblo y por la paz.

Mas, su intención y voluntad nada podían frente a la implacable dialéctica del tiempo: su muerte precipitaría en forma inmediata la guerra. Ésta estaba ya escrita en el signo de los tiempos y en el ánimo de los contendientes. Con su muerte ese signo resultó exacerbado. Se enardeció entonces la indignación delas multitudes, sobrecogidas por el horror del magnicidio, estremecidas por la crueldad implacable de los asesinos. De tal forma, la masa popular resultó arrastrada en el torbellino de la violencia. Con la muerte de Monseñor la guerra se volvió en El Salvador una necesidad tan imperiosa e inevitable, como lo es un incendio en el bosque reseco al que una llama convierte súbitamente en una inmensahoguera.

La palabra de amor y paz, de caridad y comprensión, la voz de la razón, produjo, inconsciente e involuntariamente, su efecto contrario. La bondad, la santidad de Romero —venerada hoy por todo el continente, reconocida ahora incluso por la jerarquía eclesiástica conservadora— no podía en su tiempo concreto, históricamente, otra cosa que desatar los demonios. Éstos parecerían sepultar, enuna incontenible oleada de odio, el mensaje de amor cristiano que el profeta de su pueblo se había esforzado en proclamar.

Sin embargo su temporal fracaso aparecerá más tarde como su verdadero triunfo. De la atroz guerra pudo obtenerse finalmente una paz más cualificada y auténtica, más sólida y esperanzadora, que la que era posible alcanzar antes del conflicto. Del vendaval de odios desatadosha emergido al fin el consenso, el acuerdo, el abrazo de una mínima reconciliación. Ha surgido el reconocimiento hacia el otro y el reconocimiento de uno mismo en el otro, en tanto ambos se reconocen como partes de una entidad totalizadora y superior: la Nación. En la definición del interés nacional, en la búsqueda del bien común, en el amor a la patria, ambos bandos se reconocen al fin. Pueden...
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