Sobre la libertad, la igualdad y el rol del estado

SOBRE LA LIBERTAD, LA IGUALDAD Y EL ROL DEL ESTADO.

Hay quienes sostienen que en el mundo contemporáneo se enfrentan dos grandes modelos de sociedad y Estado: uno, que privilegia la libertad, y otro, que empuña la centralidad de la igualdad. El primero, centrado en la libertad, se adscribe a las sociedades capitalistas y encuentra su sostén ideológico en el liberalismo o en su versiónremozada del neoliberalismo. El segundo, bajo el cual el valor de la igualdad está priorizado, está representado por sociedades como la cubana o la venezolana.

Claro está, detrás de este discurso pretendidamente ilustrado se oculta una idea francamente malsana en su raíz: que la libertad sólo se realiza plenamente dentro de la sociedad y a partir de los valores del capitalismo, y para ello hay queaceptar la desigualdad como un efecto natural o consustancial al ejercicio mismo de la libertad. Se pretende que aceptemos que sólo al precio de la libertad es posible adelantar el ideal de la igualdad. De ahí que, punto y seguido, se tildan automáticamente de dictatoriales o antidemocráticas a aquellas sociedades que, como la cubana, se erigen preeminentemente sobre dicho ideal igualitario.

FueJean-Jacques Rousseau quien por primera vez llamó la atención sobre esta falsa dicotomía entre libertad e igualdad. A partir de ello, supo poner las bases iniciales para un modelo alternativo de sociedad y Estado democrático. Para el filósofo ginebrino, la concepción de la libertad propia de la sociedad liberal-burguesa, anclada en la persecución del interés particular y privado, sólo lleva a lacorrupción e ingobernabilidad de los seres humanos. El problema social y político tiene en esencia una raíz ética. Si bien los seres humanos se han asociado, lo han hecho a partir del marco normativo de una perniciosa división social del trabajo y una monetarización de los valores. A partir de ello se han establecido una serie de diferenciaciones y desigualdades que bajo el liberalismo oneoliberalismo se pretenden naturales y amorales cuando al fin y al cabo son sólo construcciones sociales e históricas inmorales producto de la voluntad humana. Y son inmorales o antiéticas en tanto y en cuanto dejan de proveer para el fin último de toda asociación humana verdaderamente democrática: el bienestar de todos y cada uno de los asociados.

De ahí que, para Rousseau, haya que superar laideológicamente motivada dicotomía entre libertad individual y libertad colectiva. Y es que para éste, la libertad individual sólo puede potenciarse y realizarse en consonancia con la libertad colectiva; el bien individual sólo puede materializarse en el contexto del bien común. No son las leyes del mercado, los cálculos económicos o financieros, o los intereses patrimoniales de los individuos loque, por lo tanto, puede servir de base para el establecimiento de un Estado legítimo. Sólo una libertad moralmente sensitiva de su relación con el otro, es decir, con la comunidad política toda, puede ofrecer el referente imprescindible para la legitimidad. Y bajo ésta, el valor central no puede ser el de la mera producción y reproducción ampliada de la riqueza, sino que la más consecuente yefectiva distribución igualitaria de los frutos de lo producido por esa sociedad. Para ello, el Estado éticamente fundado no se puede limitar a meramente darle “un rostro más humano” a los desmanes del capital, sino que más allá le tiene que declarar la guerra a toda situación que propenda a una desigual distribución de la riqueza y que permita la acumulación de ésta en pocas manos a costa de lamiseria para la mayoría.

Ahora bien, insiste Rousseau: La nueva sociedad y el nuevo Estado no se gestarán espontáneamente. Necesita de lo que él llama un “gran legislador”, es decir, un fundador y guía preclaro de los fundamentos éticos y filosóficos de ese nuevo orden. “El que se atreve a emprender la formación de un pueblo debe sentirse capaz de cambiar, por decirlo así, la naturaleza humana; de...