Sombrero de ala corta

Páginas: 5 (1045 palabras) Publicado: 20 de septiembre de 2015
Cuando Andrés entró a la sala advirtió que de sus rincones aún escurrían las lágrimas
derramadas por la muerte del compa. La viuda lo recibió susurrando su apodo con el mismo
timbre afectuoso como lo hiciera muchos años atrás. Andrés se le acercó con sus ojos fijos
pero sin mirarla. No había descifrado aún la manera de expresarle su congoja por la pérdida
de quien fuera su padrino alguna vez.Ahora el compa Rafael estaba muerto. Al fin no pudo
demostrar su consternación a la viuda y sólo alcanzó a balbucir un saludo ininteligible.
Estuvo a punto de llorar, nada más de verla. Cande había envejecido. Su vestido negro
daba amparo a su lisa y canosa cabellera. Del deceso de su esposo se cumplían ya ocho
días y Andrés comparecía tardío a presentar sus condolencias.
Planchando un vestido negroen una pequeña mesa se hallaba Astrid. Estaba de espaldas y
lucía una blusa de círculos blancos y negros y una falda oscura que cubrían su cuerpo
consumido por el tiempo y que algunos atribuían a un presunto maleficio. Se volteó al
advertir la llegada de Andrés y lo saludó con una frase apenas perceptible.
Sin darse cuenta, Andrés se sentó en la mecedora de mimbre del difunto. La viuda se posóindulgente en el borde de un sillón atiborrado de cojines. Lo miró a tientas y esta vez sí
murmuró su nombre. El dejó entrever una sonrisa tímida mientras le observaba las arrugas
de su cara. Ella juntó sus manos y volteó a mirar hacia la mesita fijando su atención en
Astrid hasta perderse en el laberinto enmarañado de su memoria y despertó de repente
como de un trance cuando Astrid desapareció conel vestido a través de unas cortinas que
daban al cuarto del compa. El cuerpo enjuto de la viuda se mantuvo en suspenso temiendo
que su hija no volviera a salir.
A un costado de la puerta un espejito circular reflejaba la luz tenue de una bombilla
solitaria. Por un instante, Andrés creyó haber visto que dentro del espejito un rostro se
asomaba. Parpadeó y el rostro ya no estaba. A un lado delespejo yacía un cartel que

anunciaba los resultados de la lotería dibujados con tiza blanca, última huella irrefutable
del difunto. Andrés ojeó inconsciente los números ganadores de los carteles y reconoció la
cifra del sorteo de una semana atrás que lo hizo espabilar. Los tres números con que su
madre se ganara un chance de lotería por primera vez. Evocó la euforia de esa mañana pero
ahora lamentabael contrasentido. Ya su madre había dado el pésame. Sólo después de
cinco días él se hacía presente. Eso era lo peor.
De niño la muerte siempre le había parecido un misterio. Mientras el silencio se apodera de
la sala, es atrapado por sus recuerdos. Evoca el día en que escuchara hablar de un muerto en
su vida. Era un primo lejano a quien nunca conociera y de cuya existencia se enteraría en elmomento en que alguien llegara a su casa para informar que acababa de morir. Entonces
viviría un minuto incompleto de silencio y observaría a sus familiares permanecer de pie
en el patio, con miradas incrédulas preguntándose por qué el joven y ahora difunto había
preferido morir, saltando de un edificio en llamas, sin esperar siquiera que llegaran los
bomberos quienes lo habrían podido rescatar. Perodel compa no quiso saber la razón de su
deceso. Pues eso no ayudaría en nada. Como tampoco habría ayudado haber conocido a su
primo.
El compa acostumbraba salir al morir la tarde, acomodando su sombrero de ala corta con
ademanes de optimismo. Su encuentro mutuo más reciente había tomado lugar una noche
camino a casa. El compa venía en dirección contraria. Las luces débiles de la calle nopermitieron que el compa lo viera bien.
— “¡Oh, compa!” — exclamó con una voz que el viento de frente terminó por extinguir.
— “¡Qu’iubo!” — respondió por reflejo el viejo Rafael, sin detenerse para identificarlo,
sin sospechar siquiera que sería la última vez en escuchar a quien bailara al compás de sus
palmas siendo un chiquitín, o la última vez que Andrés lo oyera a él. En realidad, hubo

una...
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