Sófocles - Antígona
Sófocles, Antígona, BuenosAires, Editorial Biblos, 1984.
Personajes de la obra
Antígona
Ismena
Coro de ancianos tebanos
Creonte
Guardián
Hemón
Tiresias
Mensajero
Eurídice
Mensajero de palacio
(Es de madrugada. Antígona e Ismena salen del palacio real de Tebas.)
Antígona: Oh hermana mía, querida Ismena de mi sangre, ¿sabes acaso si hay un mal entre los que de Edipo nos vienen que Zeus no vaya a ejecutar envida nuestra? Pues nada hay ni doloroso ni sin desgracia1 ni vergonzoso ni indigno que no haya visto yo entre tus males y los míos. Y ahora, ¿qué es, de nuevo, ese edicto que dicen que el general dispuso recientemente para toda la ciudad? ¿sabes algo? ¿lo has oído? ¿o no ves que marchan contra tus seres queridos enemigos maleficios?
Ismena: A mí, en verdad, Antígona, ninguna noticia de losnuestros me ha llegado, ni grata ni dolorosa, desde aquel día en que ambas perdimos a ambos hermanos, muertos en un mismo día en acción recíproca. Y desde que el ejército de los argivos emprendió el camino esta noche, de nada nuevo me he enterado, de modo que no me encuentro ni más afortunada ni más afligida.
Antígona: Bien lo sabía; por eso te conduje fuera de las puertas palaciegas para que asolas me escuches.
Ismena: Pero ¿qué ocurre? Pues está claro que algún perturbador asunto meditas.
Antígona: ¿Pero no es verdad que Creonte ha honrado con exequias a uno de nuestros hermanos y dejado, en cambio, al otro sin honra? A Eteocles, según dicen, valido de justa ley y costumbre sepultó bajo tierra de modo honroso para los muertos de allí abajo; en cambio, al cuerpo de Polinices,muerto lastimosamente, dicen que a los ciudadanos proclamó en un edicto que nadie le dé sepultura ni le llore, sino que se lo deje sin llanto ni tumba como un dulce botín para las aves rapaces que avizoran con qué saciar su voracidad. Tales cosas, dicen, ha ordenado el bueno de Creonte para ti y para mí, —pues me incluyo—; y hacia acá viene a anunciarlas claramente a quienes las ignoren; pues no tomael asunto como cosa de nada, sino que para quien hiciera algo de eso ha prescrito muerte por lapidación pública ante la ciudad. Así están las cosas por lo que a ti te toca, y habrás de mostrar pronto si noble has nacido, o indigna, de padres dignos.
Ismena: Pero, desventurada, si así están las cosas, ¿qué más podría yo agregar por más que haga y deshaga?
Antígona: Decide si vas acomprometerte y a colaborar…
Ismena: ¿En qué temerario asunto? ¿Qué propósito tienes?
Antígona: Decide si habrás de levantar el cadáver junto con mi mano.
Ismena: ¿Pero es que piensas enterrarlo, estando prohibido a la ciudad?
Antígona: Por cierto que enterraré a mi hermano, que es también el tuyo, aunque no lo quieras; pues no será en traición como seré sorprendida.
Ismena: ¡Ay, temeraria!...
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