Textualismo
se adscribirían todos aquellos autoresque, de una u otra forma, presuponen la existencia de «problemas permanentes o perennes» en la historia del pensamiento; aquellos que hablan de «elementos atemporales», dela «aplicación universal» o de la «sabiduría eterna» de determinadas ideas o autores del pasado (1969:4). El estudio seenfoca así únicamente sobre el
texto
, porque,gracias a la extraordinaria aptitud de su autor, ha sido capaz de emanciparse de las limitaciones de su época. En esta categoría entrarían, pues, todos aquellos que parten de la premisa de queexiste «un vocabulario y un conjunto de categorías bastanteestable» (S. Wolin, 1962:27) en la historia de la teoría política y que, por tanto, es posible «explicar» y «comprender» lostextos clásicos sinnecesidad de hacerles depender de factores externos. La investigación se dirige al análisis de su con
gruencia lógica, a la definición de categorías y conceptos que
aparecen, desaparecen o permanecen en la historia; a detectar similitudes, diferencias o influencias entre ideas y autores, etc. Como corolario lógico de este acceso directo al texto tampoco se desecha la práctica de entrar enevaluaciones«críticas» del mismo, así como de acercarlo a preocupaciones históricas del presente o de otros períodos históricosdistintos de aquel que viera el autor analizado. Detrás seafianza la convicción de que existe un diálogo ininterrumpido entre los grandes teóricos del pasado, una cadena de significados que permiten reconstruir, desde las contingenciasde cada situación histórica concreta, esoque Voegelin calificaba como el «hombre en busca de su humanidad y su orden». Ésta es la idea de la
Tradición
, que, contrariamente a la
opinión de Skinner, dota de hecho de una especie de «contexto» a esta postura metodológica.Como acabamos de decir antes, el análisis puramente textual sólo es imaginable como puro ejercicio filológico, y enla historia del pensamiento no parece que pueda sercapazde revelar ningún sentido. Este sólo se obtiene si manteniéndonos en el contenido lógico del texto, somos capaces deabstraerlo lo suficiente para que llegue a cobrar vida paranosotros. Es decir, lo «descontextualizamos» en el sentidode que eliminamos de él aquellos elementos fácilmente re-conducibles a los condicionantes de la época, y salvamos loque pueda merecer un valor transtemporal. Enla mayoríade los teóricos más relevantes que se adscriben a este enfoque no existe, pues, un ánimo de «ignorar» el contexto, sinode reducirlo a un segundo plano, centrándose la labor hermenéutica sobre el producto de esa destilación previa. Otracosa es ya pensar que esta forma de proceder no es posible ni
legítima, porque todo fenómeno intelectual está irremisiblemente ligado a condicionessociales subyacentes o a otroscondicionamientos históricos. Que, en suma, las ligadurasdel contexto inmediato prevalecen sobre el supuesto valoratemporal de algunos textos. O bien que la práctica efectivade este método no sea totalmente fiel a sus principios. Enéste como en otros enfoques, aun existiendo puntos de identidad, se producen siempre variaciones o aplicaciones diversas que nos autorizan adiscriminar entre comentarios deprimera fila y otros de segundo o tercer orden
3
. En estos últimos no cabe duda de que el método queda reducido a puracaricatura y es presa fácil de críticas sagaces como las queofrece Skinner (véase 1969:4-39).
3. Todo depende, como es natural, del fuste y rigor filosófico con quesea llevado a cabo el análisis de los autores o conceptos estudiados.Tratándose, además, del enfoque dominante, es lógico imaginar que esaquí también donde se da una mayor heterogeneidad de resultados.
A la luz de lo anterior parece que el enfoque
contextualista
debe presuponer la exclusión de las «cuestiones perennes» o las «verdades atemporales» y centrarse en el contexto que rodeó el nacimiento de las obras analizadas. Éstese percibiría así como «derivación»,...
Regístrate para leer el documento completo.