Un poco más que pensar
John W. Dawson, Jr.
Kurt Gödel, genio de la matemática, se consagró en su obra a la racionalidad.
Paradojas de la vida, tuvo que luchar con ésta en su intimidad.
Ante el encerado, Kurt Gödel tiene un aspecto formal, reservado y un tanto desnutrido. Pero ni ese rostro ni los escritos han calado en el público, si exceptuamos
un puñado de filósofos y lógicos‐matemáticos. De sus teoremas de completitud
derivan consecuencias decisivas para los fundamentos de las matemáticas y de las
ciencias de la computación. Su peripecia vital y su obra responden a una tenaz
búsqueda de la racionalidad en todo. Un ansia que deja al descubierto el trasfondo recurrente de una inestabilidad mental.
Gödel demostró que los métodos matemáticos aceptados desde tiempos de Euclides
eran inadecuados para descubrir todas las verdades relativas a los números
naturales. Su descubrimiento minó los fundamentos sobre los que se había
construido la matemática hasta el siglo XX, acicateó a los pensadores para buscar otras posibilidades y engendró un vivaz debate sobre la naturaleza de la verdad. Las
innovadoras técnicas de Gödel, aplicables sin dificultad en algoritmos de cómputo,
echaron también los cimientos de las ciencias de computación modernas.
Nacido el 28 de abril de 1906 en Brno, ciudad de Moravia, Gödel fue el menor de los
dos hijos de Rudolf y Marianne Gödel, expatriados alemanes cuyas familias estuvieron asociadas con la industria textil de la ciudad. Entre los antepasados de
Gödel no encontramos profesores ni intelectuales; la educación de su padre no fue
más allá de estudios de comercio. Pero Rudolf Gödel, ambicioso y tenaz, logró salir
adelante, llegando a director gerente primero, y a copropietario más tarde, de una de
las grandes fábricas de hilados de Brno. Ganó dinero suficiente para comprar una
casa en uno de los barrios elegantes y enviar a sus hijos a escuelas privadas de habla
alemana. Los chicos lograron excelentes resultados en sus estudios.
En toda su trayectoria escolar, primaria y secundaria, sólo una vez recibió Kurt una
calificación inferior a la máxima en una asignatura (¡en matemáticas!). Pero no
mostraba signos precoces de genialidad. Era un niño inquisitivo, tanto, que fue
apodado der Herr Warum (ʺel señor Por quéʺ); también, introvertido, sensible y
enclenque. A eso de los ocho años contrajo unas fiebres reumáticas. Aunque al
parecer no le dejaron secuelas duraderas, le mantuvieron apartado de la escuela por
algún tiempo; quizás alentaron su enfermiza preocupación por la salud y la dieta,
que se fue reforzando con los años.
En 1924, tras graduarse en el Realgymnasium, una escuela técnica de Brno, Gödel
abandonó su país natal para matricularse en la Universidad de Viena. A ese centro
había acudido, cuatro años antes, su hermano para estudiar medicina. La economía vienesa se encontraba por entonces en ruinas. La universidad, empero, retenía su
viejo esplendor. Gracias a ella, a pesar de las privaciones materiales, Viena dio cobijo
en el período de entreguerras a un impresionante florecimiento de las ciencias, las
artes y la filosofía.
Gödel ingresó en la universidad con la intención de seguir la carrera de física. Pero al
poco, impresionado por las lecciones de los profesores Philipp Furtwängler y Hans
Hahn, se orientó hacia la matemática. Muy pronto destacó por su talento. A los dos
años de su matriculación fue invitado a asistir a las sesiones de un seminario de
debates que Hahn y el filósofo Moritz Schlick habían fundado dos años antes. El ...
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