una corrida a la luz de las sombras

Una corrida a la luz de las sombras
María Ariza


No hay tierra más luminosa que Andalucía. La luz está presente en muchas de sus expresiones artísticas caracterizadas por un intenso colorido e interesantes contrastes. Nosotros, como mexicanos, sin duda somos herederos de algunos aspectos de dicha tradición. Una de las experiencias más luminosas es quizá la corrida de toros: la multiplicidadde colores sobre el tendido, el cielo azul y radiante que cubre la plaza, el ruedo pajizo que refleja los rayos del sol, el colorido y suavidad de movimientos del torero que contrasta con el tono parco y la violencia en el actuar del toro. La belleza imponiéndose a la brutalidad a través de la misma brutalidad en un espectáculo misterioso y críptico.

En una ocasión, mientras vacacionaba enEspaña, me invitaron a pasar un día en una finca enclavada en el campo. Ya entrada la noche, el dueño me invitó a presenciar un espectáculo que, según él, era diferente a todo lo que había visto. Me llevó hasta un ruedo hecho de piedra donde, aprovechando la luna llena, un torero realizaba una faena a un toro.
Sólo alcanzaba a ver una difusa silueta opaca cuando, de pronto, un par de pitones yojos, al reflejar la luz de la luna, materializaban al animal. El matador portaba su traje de luces ¿Sería color grana, oro, olivo? No lo sabía y no importaba. La corporeidad del torero estaba definida por los destellos que el bordado de oro de su traje despedía.

Había mucha gente presenciando el evento, pero el silencio era sepulcral. Normalmente las plazas de toros son espacios ruidosos, peroaquí la sensación era diferente. Se escuchaban claramente los sonidos que producía el toro; sus pezuñas rascando la arena, los gemidos que acompañaban sus movimientos. Sabía que el animal iba a embestir porque ahí estaba su silueta, pero, sobre todo, porque escuchaba perfectamente al torero cuando citaba al burel; no con la voz, sino con el movimiento del capote. Escuchaba perfectamente cuando lacara del toro rozaba la tela de la muleta.

Estaba siguiendo la corrida a través del los sonidos sutiles que produce el enfrentamiento entre el animal y el torero. Pero era la oscuridad la que me permitía ver las cosas de una manera diferente, la que me permitía percibir elementos que normalmente se esconden bajo el manto de la luz. Es extraño como la luz, ese elemento indispensable para “ver”la realidad, es capaz de ocultarnos las cosas. En este caso, tras ella se escondían los sonidos sutiles, la intensidad de los bordados de oro, la cadencia rítmica de los movimientos de los protagonistas.

Seguí la faena con una atención que nunca había otorgado a una corrida de toros. Detrás de las sombras surgía la imaginación estimulada por ese concierto rítmico de sonidos que complementaban lapoca claridad de las siluetas. El misterio se había apoderado del evento y le había dado otro sentido a la experiencia. Me veía en la necesidad de construirla como nunca antes.

Las pausas se convertían en momentos eternos; el tiempo parecía congelarse en una expectativa colectiva que pendía entre dos siluetas inmóviles y el próximo sonido, por mínimo que éste fuera. La muerte, ¿continuaciónde la faena? Nunca había visto un público tan atento. La oscuridad separaba a los espectadores del torero, pero nos unía en una tarea común, la de construir una experiencia artística a partir de la sombra y de lo que ella revela.

En uno de esos prolongados silencios fuimos testigos de cómo la figura erguida del matador hacía un movimiento extraño, diferente a los que había hecho hasta entonces.Ya para ese momento, hasta los que no conocíamos de toros nos habíamos familiarizado con la coreografía. Entonces, sobre el torero apareció como un relámpago una vara de acero que reflejaba intensamente la luz de la luna. Un rápido y enérgico sonido anunció un violento movimiento entre los rivales que se enfrentaban. El acero desapareció lentamente en el cuerpo de la bestia y puede escuchar como...