Universitario
FRANCINA CORTÉS
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Información publicada en la página 8 de la sección de Opinión de la ediciónimpresa del día 01 de mayo de 2012
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La literatura fue para él una manera de proponer y de discutir argumentos a partir de la subjetividad radical, ácida y provocativa que había bebido de Michel de Montaigne -autor en el que busca su referente más sólido-, en Erasmo de Rotterdam, Voltaire, Denis Diderot, Bertrand Russell o Antonio Gramsci, entre un variopinto abanico decultivadores de lo que él mismo bautizó como «literatura de ideas».
Nosaltres, els valencians, en el contexto sociocultural de los años 60, fue una incitación intelectual a pensar el país como tal y una llamada a la movilización de recursos y voluntades. Al fin y al cabo, la grandeza intelectual no radica solamente en aquello que se expresa sino, también, en lo que sugiere y en lo que es capaz demovilizar. Desde este punto de vista, Joan Fuster ha sido el intelectual más influyente del siglo XX. Tras su escepticismo militante y un racionalismo afrancesado, en su obra subyace una creencia tenaz en las posibilidades de la actividad intelectual como motor de la acción sociocultural y política. Sus contribuciones ensayísticas y su sentido de la honradez intelectual lo impulsaron, a veces a su pesar,a convertirse en el prototipo del intelectual comprometido a la manera de los moralistas franceses o de los liberales británicos que tanto admiraba.
Siempre matizado por un sano escepticismo, sin ninguna pretensión de absoluto. «Todas mis convicciones son provisionales, pero que conste que no lo digo con orgullo» y «convicciones hay que tenerlas, pero pocas» son dos de sus aforismos máscitados. Un estilo sentencioso y directo, aliñado con dosis de humor, completa una voluntad literaria al servicio de la eficacia comunicativa y la orientación didáctica consustancial al ensayo literario y al periodismo de opinión, que fueron sus géneros más frecuentados. Sus lúcidas y arriesgadas propuestas en pleno franquismo y su compromiso con la modernización intelectual del país lo elevaron, conenfermiza frecuencia, a categoría de chivo expiatorio de las frustraciones colectivas de los sectores más inmovilistas. Ya en los años 60, el franquismo local aplicó a Joan Fuster aquella sentencia que Mussolini lanzó sobre Gramsci: «Se trata de un cerebro que hay que paralizar». Y lo intentaron, hasta con bombas. «Todos somos judíos con respecto a otro», le gustaba repetir parafraseando a Jean-PaulSartre. A pesar de ello, como él mismo declaraba, su obra de temática cívico-política, como el mismo Nosaltres, els valencians, quizá «haya sido más discutida que leída». «Son libros que hacían falta y que alguien tenía que escribir. Son libros que, a mí, entonces, me hubiera gustado leer, no escribir. Pero los escribí yo y continúo manteniendo su contenido», insistía orgulloso poco antes de...
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