Variados

Páginas: 214 (53354 palabras) Publicado: 6 de septiembre de 2011
Clive S. Lewis

LAS CRONICAS DE NARNIA: LA SILLA DE PLATA

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Texto de dominio público. Este texto digital es de DOMINIO PÚBLICO en Argentina por cumplirse más de 30 años de la muerte de su autor (Ley 11.723 de Propiedad Intelectual). Sin embargo, no todas las leyes de Propiedad Intelectual son iguales en los diferentes países del mundo. Infórmese de la situación desu país antes de la distribución pública de este texto.

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Las Crónicas de Narnia: La silla de plata

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I

DETRAS DEL GIMNASIO

ERA un día gris de otoño y Jill Pole estaba llorando detrás del gimnasio.
Lloraba porque le habían estado metiendo miedo. Este no va a ser un cuento de colegio, así que les diré lo menos posible sobre el de Jill, porque no es un temamuy agradable. Era un colegio “coeducacional” para niños y niñas, lo que se llama habitualmente un colegio mixto; dicen que más mixtas eran las mentalidades de quienes lo dirigían, que opinaban que se debía dejar a los alumnos hacer lo que quisieran. Y desgraciadamente lo que diez o quince de los mayores preferían era intimidar a los demás. Hacían toda clase de cosas, cosas terribles que encualquier otro colegio habrían llamado la atención y se les habría puesto fin de inmediato; pero no sucedía así en este colegio. Y aun si así fuera, no se expulsaba o castigaba a los culpables. El Director decía que se trataba de casos psicológicos sumamente interesantes, los hacía acudir a su oficina y conversaba con ellos durante horas. Y si tú sabes cómo hablarle a un Director, al final terminarássiendo su favorito. Por eso Jill Pole lloraba en aquel nublado día otoñal en medio del húmedo sendero situado entre la parte trasera del gimnasio y los arbustos del jardín. Y todavía estaba llorando cuando un niño dobló la esquina del gimnasio. Venía silbando y con las manos en los bolsillos y por poco tropieza con ella. —¿No puedes mirar por donde caminas? —dijo Jill Pole. —Está bien —dijo el niño—,no tienes para qué ponerte... Y entonces se dio cuenta de que estaba llorando. —¿Qué te pasa, Pole? Jill sólo consiguió hacer una mueca; esa clase de muecas que haces cuando tratas de decir algo pero te das cuenta de que si hablas vas a empezar a llorar de nuevo. —Debe ser por culpa de ellos, supongo, como de costumbre —dijo con dureza el niño, hundiendo más aún sus manos en los bolsillos. Jillasintió. No tenía necesidad de añadir nada más, aunque hubiese podido hacerlo. Ambos sabían. —Pero mira —dijo el niño—, es el colmo que todos nosotros... Su intención era buena, pero habló como quien va a decir un discurso. A Jill le dio mucha rabia (lo que es muy comprensible que te suceda cuando te han interrumpido en pleno llanto). —Oh, ándate y no te metas en lo que no te importa —dijo—. Nadiete ha pedido que vengas a entrometerte en mis cosas, ¿no es verdad? Y no eres el más indicado para ponerte a decirnos lo que tenemos que hacer, ¿no es cierto? Supongo que pensarás que deberíamos pasar el día haciéndoles la pata y desviviéndonos por ellos, como tú. —¡Por favor! —exclamó el niño, sentándose en el suelo cubierto de pasto a la orilla de los arbustos y levantándose inmediatamente, puesel pasto estaba empapado. Era una lástima que se llamara Eustaquio Scrubb∗, pero no era mala persona. —¡Pole! —dijo—. ¡Eres superinjusta! ¿He hecho todo eso este trimestre? ¿No le hice


Scrubb: Mezquino, persona de poco valer, insignificante.

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frente a Carter en el asunto del conejo? ¿Y no guardé el secreto sobreSpivvins, y eso que me torturaron? ¿Y no... —N-no lo sé ni m-me importa —sollozó Jill. Scrubb se dio cuenta de que todavía no se le pasaba la pena, y amistosamente le ofreció una pastilla de menta. El también se comió una. Y poco después Jill comenzó a ver las cosas mucho más claras. —Perdóname, Scrubb —le dijo— Fui muy injusta. Es cierto que hiciste todo eso... este último trimestre. —Entonces...
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