Viajeras por el Pirineo. S. XVIII y XIX. Una extraña invitada.

Páginas: 32 (7915 palabras) Publicado: 14 de junio de 2013
Viajeras por el Pirineo. S. XVIII y XIX. Una extraña invitada.
Por Juan Gavasa Rapún Octubre de 2009

Estarán de acuerdo conmigo en que el tema elegido para esta conferencia puede resultar, cuando menos, exótico. “Viajeras por el Pirineo en los siglos XVIII y XIX”. Lo he querido subtitular “Extrañas en el paisanaje”.


En la pequeña historia de la cordillera, elprotagonismo de la mujer hasta bien entrado el último tercio del siglo XX se redujo al angosto y sofocante ámbito de la casa, un espacio construido de renuncias, silencios y sacrificios. En una sociedad de profundas raíces conservadoras y latente machismo, la mujer fue considerada tradicionalmente un ser inferior que no tenía derecho a determinados privilegios atribuidos en exclusiva al hombre. Sinolvidar la influencia perversa e inquisidora de una iglesia católica omnipresente, preocupada en vigilar las almas y las costumbres, sobre todo, de la mujer.

Bien es cierto que esta realidad social se puede extrapolar a las sociedades urbanas sin necesidad de introducir demasiados matices correctores, pero a diferencia de la gran ciudad, el núcleo rural solía ser un minúsculo microcosmos aislado delexterior que encerraba sin remisión a sus habitantes; es decir, no había escapatoria posible al destino marcado desde la cuna. Ya se sabe que en Aragón el primogénito heredaba la propiedad familiar, el segundo hijo se entregaba a Dios y el resto quedaba como mano de obra barata para el resto de los días. La fortuna del hombre podía encomendarse a la tímida emancipación del servicio militar, losazares de una boda o la rutina de la trashumancia.

Pero la mujer quedaba fuera de este juego de la vida. En esta última escala ella ocupaba el lugar más ínfimo: el de sirvienta de los abuelos, padres, marido, hermanos e hijos; el de madre y el de incansable trabajadora en las labores del campo. La última de la casta; un servicio impagable, sin duda, que daría pie a hablar largamente del marcadocarácter matriarcal de la sociedad pirenaica. Escribía Bertall en 1876, seguramente con una mal disimulada misoginia, “eran mujeres rudas, con las que sería mejor no encontrarse en un rincón del bosque”.

El filósofo francés Hipólito Taine relató en su célebre “Viaje a los Pirineos” de 1858 un encuentro con un grupo de mujeres en el Valle de Ossau que transportaban piedras “por un sendero quedaría miedo hasta a las cabras”, aseguraba. Taine afirmaba que labores tan duras como éstas “les han dejado en la mirada una vaga expresión de melancolía y de reflexión”. Como sentenciaba la viajera francesa Juliette Drouet en 1843, “los trabajos en el campo arruinan la belleza en muy poco tiempo”. Pero no hemos venido aquí a hablar de la belleza de la mujer (evidentemente), ni de las nefastasconsecuencias de la vida en el Pirineo en los siglos XVIII y XIX. Sí que hemos venido a hablar de la mujer en un sentido genérico y de su vinculación con la cordillera pirenaica a través del relativamente reciente fenómeno del viaje, o el tour, como se solía llamar. Me he referido en el inicio de esta conferencia a la mujer pirenaica porque aunque el título induzca a pensar que “viajera pirenaica” esaquella que procede del exterior, en realidad considero que este atributo también debe de otorgarse a las mujeres que viajaron desde el interior.

¿Acaso no fueron viajeras las mujeres de los valles de Echo, Ansó y Roncal que cada año cruzaban la muga para ir a las fábricas de alpargatas de Mauleon en el valle de Zuberoa? Las famosas golondrinas. ¿Se imaginan la literatura que se podría crear apartir de sus dramáticas experiencias? Eran viajes por la supervivencia, por la comida, por la simple existencia. Como escribía John Berger, “la vida campesina es una vida dedicada por entero a la supervivencia. Ésta es tal vez la única característica totalmente compartida por todos los campesinos a lo largo y ancho del mundo”. No era un viaje de placer, no había un sentido hedonista en el afán...
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