Vida Liquida
Así, dada la velocidad de loscambios, la vida consiste hoy en una serie (posiblemente infinita) de nuevos comienzos... pero también de incesantes finales. Ello explica que en nuestras vidas resulte abrumadora la preocupación por los finales rápidos e indoloros a falta de los cuales los comienzos serían impensables. Entre las artes del vivir líquido moderno y las habilidades necesarias para ponerlas en práctica, librarse de lascosas cobra prioridad sobre el adquirirlas.
Ya son tres las generaciones formadas y educadas en los valores del consumo, la producción y la cultura de masas. La potencia de este modelo de sociedad, su apabullante superioridad con respecto a modelos alternativos por lo que toca a prometer felicidad y satisfacer a corto o mediano plazo esa promesa, se prueba en la eficacia de sus consignas,inmunes a toda crítica y a todos los pronósticos, por agoreros que sean. Ni la amenaza del cambio climático ni el agotamiento de los recursos naturales o las inquietantes cifras demográficas, la contaminación o las plagas o las diferencias sociales –que siguen ahí– consiguen frenar la fascinación que ejerce el consumo sobre los individuos. Para quien sufre la penuria de la escasez o la opresión, nadacomo ese manantial inagotable de bienes que se renuevan y se perfeccionan sin parar y se gozan y disipan en un marco de individualismo y autonomía radicales, con libertad y secularización completas, hedonismo, nomadismo sin penurias, multiculturalismo y transparencia de los flujos de información, y la perspectiva de movilidad social y enriquecimiento asegurados para quien esté dispuesto asacrificarse trabajando duro. Así lo recordaba un exultante Schwartzenegger en el festejo de su segundo éxito electoral consecutivo en California. Schwartzenegger es la prueba fehaciente de que la sociedad de consumo no es ninguna panacea: oscuro halterófilo atiborrado de anabolizantes que acaba emparentado con los Kennedy y gobernador del estado más rico de los EE.UU.
La sociedad de consumo es la affluentsociety de la sociología optimista de los años cincuenta y sesenta, la que se reivindicó en los años ochenta como posmoderna, y la misma que se enseña en las florecientes escuelas de negocios, donde se forman los economistas que la gestionan en todas partes según idénticas pautas globalizadas, consagradas como ciencia por la Academia de Suecia.
En el camino han quedado, y de forma inapelable,alternativas totalitarias como el socialismo soviético y el mesianismo nazifascista, y la ideología guevarista de los años sesenta y setenta, convertida en irrisoria en poco más de un cuarto de siglo: nada más grotesco que, delante de los rascacielos en construcción en Pekín y Shanghai, recordar a los Guardias maoístas agitando el Libro Rojo; o ver a Fidel Castro moribundo, chocheando “Patria omuerte” por televisión mientras su pueblo se pudre en la indigencia y sus hombres y mujeres nuevos se prostituyen en masa para uso y abuso de los turistas capitalistas que llegan a la isla en busca de sexo fácil.
El caso es que, en el pasado, ninguna sociedad como la de consumo ha producido tantos y tan variados modelos teóricos autorreferentes. Infinidad de teorías la auscultan, diseccionan,...
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