Virgenes suicidas

Páginas: 311 (77610 palabras) Publicado: 19 de octubre de 2014



Jeffrey Eugenides






Las vírgenes suicidas


Título de la edición original: The Virgin Suicides
Traducción del inglés: Roser Berdagué,
cedida por Editorial Anagrama, S.A.
Diseño: Winfried Báhrle
Ilustración: Fregio pittorico di Montecitorio (detalle),
Aristide Sartorio, 1908—1913
Foto de solapa: © Jerry Bauer

Círculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal)
Valencia,344, 08009 Barcelona

Licencia editorial para Círculo de Lectores
por cortesía de Editorial Anagrama, S.A. C

©Jeffrey Eugenides, 1993 C
©Editorial Anagrama, S.A., 1994

Impreso en España
ISBN 84-226-6459-3

-1-
La mañana en que a la última hija de los Lisbon le tocó el turno de suicidarse —esta vez fue Mary y con somníferos, como Therese—, los dos sanitarios llegaron a su casasabiendo exactamente dónde estaba el cajón de los cuchillos y el horno de gas y dónde la viga del sótano en la que podía atarse una cuerda. A nosotros nos pareció que, como siempre, salían demasiado len­tamente de la ambulancia, mientras el gordo decía en voz baja:
—Que no es la tele, tíos, aquí no hay que correr. Cargado con el pesado respirador y la unidad car­diaca, pasó entre los arbustos, quehabían crecido monstruosamente, y cruzó el descuidado césped que trece meses atrás, cuando empezó todo, estaba pulcro e inmaculado.
Cecilia, la pequeña —no tenía más que trece años—, fue la primera en hacer el viaje: se cortó las venas, como los estoicos, mientras tomaba un baño, y cuan­do la encontraron flotando en el agua teñida de color de rosa, con los ojos amarillos de los posesos y aquelcuerpecito que exhalaba olor a mujer madura, los sani­tarios se llevaron un susto tan grande al verla en aquel estado de sosiego, que se quedaron clavados en el sitio, como mesmerizados. Pero de pronto irrumpió la se­ñora Lisbon dando gritos y la realidad de la habitación se hizo patente: sangre en la estera del baño, la navaja de afeitar del señor Lisbon en el lavabo, jaspeando el agua. Los sanitariossacaron el cuerpo de Cecilia del agua caliente, que acelera la hemorragia, y le aplicaron un torniquete en los brazos. El cabello mojado le col­gaba por la espalda y ya tenía las extremidades azules. No dijo ni una palabra pero, cuando le separaron las manos, encontraron una estampa plastificada de la Virgen María apretada contra los pimpollos de sus pe­chos.
Esto ocurría en junio, en la época dela mosca del pescado, cuando, como todos los años, la ciudad se cubre de tan efímeros insectos. Se levantan entonces nubes de moscas de las algas que cubren el lago conta­minado, y oscurecen las ventanas, cubren los coches y las farolas, cubren las dársenas municipales y cuelgan como guirnaldas de las jarcias de los veleros, siempre con la misma parda ubicuidad de la escoria voladora. La señoraScheer, que vive calle abajo, nos dijo que ha­bía visto a Cecilia el día anterior al intento de suicidio. Estaba junto al bordillo, con el antiguo traje de novia del que había cortado el dobladillo y que nunca se quitaba de encima, observando un Thunderbird en­vuelto en moscas del pescado.
—Sería mejor que cogieras la escoba, cariño —le acon­sejó la señora Scheer.
Pero Cecilia le dirigió unamirada mística y dijo:
—Están muertas, sólo viven veinticuatro horas. Salen del huevo, se reproducen y la palman. Ni siquiera co­men. —Y tras estas palabras metió la mano en la espu­mosa capa de bichos y trazó sus iniciales: C.L.
Queríamos disponer las fotos cronológicamente, pero habían pasado tantos años que resultaba difícil. Algunas están borrosas, y aun así son reveladoras. El documento númerouno muestra la casa de los Lisbon ... poco antes del intento de suicidio de Cecilia. La hizo una agente inmobiliaria, Carmina D'Angelo, a la que el señor Lisbon había acudido para que se encargara de vender aquella casa que se había quedado pequeña para su numerosa familia. Tal como dejaba ver la instantánea, el tejado de pizarra todavía no había empe­zado a dejar la ripia al descubierto, el...
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