work's elena

Aquella mañana de invierno, el sol mostraba su mejor cara, aportando su calor al mundo.
Ya había empezado mi vida de instituto, y para mí, Eduardo Belric, ir al instituto pareció convertirse en algo habitual. Siempre las mismas mañanas y siempre los mismos días sin cambio. Esta rutinaria vida parecía continuar sin fin.
En aquel momento no podía imaginarme que las cosas ocurrían de otra forma.Sin embargo, después, llegué a ver las cosas que sucedían en realidad. Aquella última mañana algo no parecía del todo normal.

Cuando comenzó el instituto, mi mejor amigo, Alfonso Herdrich, siempre me esperaba en la puerta para acompañarme hasta la clase, ya que de pequeños yo le acompañaba a él, y, según decía, quería devolverme aquel favor, aunque yo le decía que no hacía falta.
Últimamente,desde hacía más o menos dos semanas, me lo encontraba en la clase recostado sobre su mesa con la mirada perdida. Otras muchas veces ni aparecía por el instituto. Yo siempre le llamaba para preguntarle qué le pasaba, pero sólo me contestaba con murmullos que casi ni lograba entender.
A la salida, solía acompañar hasta su casa, pero desde que lo encuentro tan mal, me decía que tenía otras cosasque hacer, que me fuera directamente a mi casa; ya llevaba dos semanas así y no podía seguir aguantando verle tan mal, así que, un martes, a la salida del instituto, decidí seguirle a escondidas, para ver aquellas “otras cosas” que decía que tenía que hacer.
Empecé a seguirle desde la puerta del instituto a las 14:40, que era la hora aproximada en la que suena la campana y se recogen losmateriales.
Al (como yo solía llamarle) vivía cinco calles al sur de mi casa (de ahí que me negara a que me esperara en la puerta del instituto), pero esa vez se fue más lejos, hasta llegar a un polígono industrial.
Aquel lugar parecía un laberinto, pero él seguía avanzando como si de su casa se tratase. Iba bastante acelerado, aunque no llegaba a correr; giraba las esquinas a toda velocidad: izquierda,derecha, derecha, izquierda… me dio la impresión de que andaba en círculos, pero aún así no dejé de seguirle.
Por fin se paró, estaba al lado de un pequeño recinto, como una especie de local, escondido en el centro del polígono. Era más bien pequeño, tendría como tres metros de altura, y de ancho, unos cinco metros. Al ver tal lugar, lo primero que pensé es que sería algún tipo de chabola para élsolo, en la que se escondía para alejarse de la sociedad (aunque él nunca haya tenido ni una pizca de autismo) Esa idea se me borró de la mente al ver con el sigilo con el que se acercaba, si hubiera sido una simple chabola suya no iría así; también contradecía la hipótesis de la guardilla el hecho de que, al llegar al lado de la puerta (que era un tablón de madera sucia y requemada contra unagujero) la golpeó con los nudillos de forma rítmica, como si fuera algún tipo de código.
Tras tres golpes fuertes, uno normal, y dos flojos, apartó el tablón y entró en aquel lugar; yo, rápidamente, al verle entrar, salí detrás de él, pero sin hacer ruido, para que no me descubriera. Me agaché, acercándome sigilosamente al tablón, intentando oír algún ruido que me permitiera averiguar qué hacíadentro, pero me sorprendió una terrible voz. Era una voz grave, ronca, como de haber estado fumando durante toda una vida, era desagradable hasta para los oídos. Durante unos segundos solo se oyó al de la voz ronca, y después pude reconocer la voz de Al, y la de otras dos personas más. No llegué a comprender de qué hablaban exactamente, sólo escuché algunas palabras sueltas: “tres”, “tienda”,“ejestorio” (aunque imaginé que querría decir “vejestorio”) y “robo”.

No podía creerme lo que había oído, ¿robo?, ¿acaso Al se dedicaba ahora a robar? ¿y quiénes eran esas otras personas? Fueran quiénes fuesen, pensé que ya había estado allí demasiado tiempo y que debía de irme, no fuera a ser que me pillaran; pero mi torpeza hizo acto de presencia y ,al incorporarme me pisé y caí contra la...