Ya tu sabe

Páginas: 9 (2129 palabras) Publicado: 26 de agosto de 2013
La Noche fue clara como el día
Pedro Emilio RAMÍREZ

 
 
La noche se hacía soledad en mi alma. Me percibía llena de angustia, de hastío, de impotencia… Noches en vela, esperando… esperando… Todos me decían: “mujer, sólo queda esperar… será lo que Dios quiera”. Lo que Dios quiera… ¡Lo que Dios quiera! ¿Y lo que yo, lo que yo quiero, entonces no cuenta?
Mi niña jugaba tranquila, corríatranquila, era una niña más… llena de vida, traviesa, inundada de sonrisas. Aún ajena a ese mañana gris que a todos los pobres y muertos de hambre nos aguarda. Más, de la noche a la mañana… De la mañana a la noche, mejor, fue apagando el brillo de sus ojitos color de arena, se fue perdiendo la humedad de sus labios, la tersura de su piel siempre sonrosada por jugar en las tardes de sol…
Busqué ayudadesde un principio, pues ella es lo único que me queda. Aquí no tengo a nadie más… soy sólo una mujer, y como si esto no fuera suficiente para padecer el maltrato y la discriminación, en una tierra donde Dios pareciera que protege sólo a los hombres… Mi marido murió hace cuatro años en una revuelta callejera, de esas que tanto abundan en estos días de tanta conflictividad social; y el único hijovarón que me dejó, marchó hace más de seis meses al norte, lejos, muy lejos, con el sueño de encontrar allá una mejor vida; no he vuelto a saber de él desde aquella tarde que partió junto a otros muchachos del barrio.
Por acá no hay quien atienda a los pobres. ¿Quién se acuerda de nosotros? Llevé a mi hija donde Juana, la anciana, conocedora del mundo de las hierbas y la raíces. Bebidas, ungüentos,pócimas, nada… nada. “Sólo nos queda esperar, mujer”, me dijo Juana hace unas semanas en medio de las risas de sus muchos nietos jugando en las calles vecinas, risas que llegaron a mis oídos como cantos fúnebres, como espadas aguijoneándome la garganta, traspasándome la esperanza que aún palpita en algún rincón de mi alma.
Cargué con le cuerpecito débil de ni niña, camino a la pieza, mientrascaía la noche; tenía sus manos frías y su frente sudorosa prendida en fiebre. Acosté su frágil figura entre las sábanas tejidas en tantas noches de tristeza y soledad; y recordé frases sueltas de una plegaria que una vez escuché a un extranjero pronunciar ante una gran desgracia. ¡Extranjero! Qué absurdo, yo era en ese momento la extranjera… Veinte años viviendo allí, entre ellos, veinte años conellos, sufriendo los mismos fríos en las noches de invierno, padeciendo los mismos calores en los largos y duros días de los veranos polvorientos… bebiendo la misma agua, pisando la misma tierra… pero extranjera, huérfana de patria, ajena… Vine llena de juventud y esperanza, a este país de promesas, con un saco de sueños, al lado del hombre que amaba.
Lo conocí en el puesto del mercado, donde vendíami padre y donde había vendido el padre de su padre. Bastó una sonrisa, bastó un roce de manos, para que mi sangre fluyera como los ríos en primavera, y mis ojos se iluminaran con la luz de mil cometas.
Fue una mañana cuando, oculta entre telas, intentando descubrir entre los cientos, los ojos de aquel que iluminaban mis ojos, escuché a aquel hombre decir en voz callada: “Tú lo sabes todo,señor, tú lo sabes todo. Tú me lo diste, tú me lo quitaste, bendito seas, señor. Nuestro auxilio es el señor, que hizo el cielo y la tierra…” Yo no lo entendía: “¿tú me lo diste, tú me lo quitaste?”… A qué clase de dios invocaba ante sus desgracias. Supe que aquél hombre había perdido en un temible naufragio gran parte de sus bienes, y que dos de sus hijos habían muerto en terrible accidente… y allíestaba, dando gracias a un dios desconocido para mí. Dando gracias, sólo porque un acreedor había consentido liberarlo de parte de su deuda.
Joaquín y yo, pronto nos casamos. Vivimos en casa de mis padres un tiempo, mientras él hacía todos los arreglos para irnos a sus tierras, a sus campos, a su patria. Partí con él, entre sustos y esperanzas. Y llegué a la casa de sus padres… junto a sus...
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