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“Yo quería decirte…”
Cerró los ojos.Tenía el cuerpo mojado, el cabello mojado, la calidez de esa cama casi le parecía una bendición y una caricia.
- Deberías darte un baño- le susurró una segunda persona, la voz negra conjugada con lospasos que se acercaban en su dirección, uno a uno- podrías empeorar y de nuevo sentirla… la fiebre.
Asfixiante… Oh, sí, la fiebre. Esa niebla que parecía cubrirlo todo y cegar sus ojos, como lo haríala arena de un desierto, de un reloj siempre marcando el curso hacia atrás. Cegarlo, como un manto oscuro y demasiado pesado. Hyde sonrió mientras sentía su peso a su lado, cediendo la cama. Y esasmanos, siempre tan ásperas, lo supo antes de siquiera sentirlo: regarían un camino cuando las yemas de sus dedos rozaran la carne de su pecho, desnuda, que subía y bajaba, errática, por culpa de esaotra amante, la más cruenta de todas, la fiebre.
- Sólo quiero dormir- musitó, en voz baja y extremadamente lenta. En una necesidad visceral que le nacía del alma. Sakura no lo sabía, pero suscaricias se habían hecho unas con los latidos de su corazón.- Déjame dormir… ven y duerme conmigo, Sakura.
El deseo primitivo de tenerlo cerca. Mucho más fuerte que la fiebre y el cielo que se caía apedazos a manera de lluvia. No supo si sonreía. Presentía que sonreía. Sonreía y lo observaba sólo con jeans mojados, en la cama. No era la suya. Era la cama de Sakura. Y no sabía cómo habían llegadoallí, cómo habían recorrido toda una ciudad con Hyde a punto del desmayo y las calles enlodadas y llenas de sangre líquida.
Abrió los ojos. Sintió su boca en su vientre y su respiración, cálida....
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