o cavaquinho

Contemplado desde el alto de Mantellina el mundo puede parecer cualquier cosa menos un valle de lágrimas. Si no se es ciego de espíritu, aunque uno sea pastor y tenga el ganado en la cuadra muerto de hambre, viendo todo cubierto por la blancura de la nieve, se acaba por creer que la tierra fue creada para que poder deleitarse con tal maravilla. Por eso, en Provenzede nadie pudo entender elarrebato que le había dado al Rebel, quien un dia bajo de su montaña, cortejó a la hija de Jaime, la pidió en matrimonio, se casó con ella y la locura que le diera, desapareció.

Rebel vivía en la cumbre de una fraga en Mantelinha, que todos los días se lavaba con aire limpio del cielo; Provenzede está situado el fondo de la ribera del río Duero, donde el aire llega de favor, por lo que no podíanentender tan grande desatino. A la propia Julia, su novia, le sirvió de mucho tener un corazón completamente lleno de confianza y la inexperiencia de los veinte años para no atender a razones sensatas.

Su padre, en un momento de sobriedad, le dijo:
- A quien buen árbol se arrima…
Pero ella pensó que se refería a la vida desgraciada que siempre habían llevado. Como era joven, el cuerpo lepedía la compañía de un hombre con olor a montaña y que fuera como un lobo. Le gustó el chico y se casó con él. Hizo un hatillo con sus pertenencias, que eran dos mantas que había heredado, lo puso a la cabeza y a su lado se camino a la fraga dispuesta a comenzar su aventura.
Quien a buen árbol se arrima…

De poco servía el eco de las palabras de su padre. Llevada en arras de la imaginación, llegósin preocupaciones a la puerta de su nido, con cinco monedas y una papeleta de empeño. Fue tal el revuelo que hizo, que en el plazo de cinco días, la cabaña solitaria de Mantelinha parecía el Palacio de la Ilusión.

Rebel volvía a casa al mediodía y después de haber comido el caldo, se ponía de bruces en la ventana. Veía para los macetas reventadas de claveles a la vez que contemplaba aquelpaisaje lleno de sueños, y le decía a su mujer:

-No hay riqueza como la nuestra, Julia!

Y en realidad no la había. Mantelinha era de por sí un paraíso. Además ahora Julia cocinaba, barría la cabaña, mimaba los corderos, y aquel pedregal rezumaba ternura. Después, al llegar la primavera todo se contagiaba y Barbas, el chivo, y Roberto, el carnero, no paraban.
- Listo. Las hembras en celo delrebaños están preñadas…- le dijo una noche Rebel a su mujer.
- Sólo faltaba Rucina, y preñó hoy. Vamos a tener un montón de crías.
- Pues yo también…
- Pero, ¡¿qué dices?!
Era lo que ella le estaba diciendo. Iba a haber novedades en Mantelihna.
Rebel ya no podía dormir. ¡Un hijo! ¡Un hijo suyo, allí, en lo alto de la fraga, saltando como un cabrito!

Por la mañana, por primera vez en suvida, dejó la cama sin ganas. Parecía que le doliera separarse del bebé, que su imaginación calenturienta le hacía ver ya nacido, criado y con mucho parecido a él, dentro del cuerpo adormecido de Julia. A pesar de todo se levantó, con mucho cuidado para no despertar ni a la madre ni al bebé. Saltó del catre, se vistió, abrió la puerta, bajo la escalera, sacó el ganado de la cuadra y sonámbulo defelicidad se fue sierra abajo, a la hora en que empieza a abrir el día y aún está indecisa la luz del sol.

Regresó más temprano que de costumbre. Cerró la puerta de la cuadra sin demasiado cuidado y fue corriendo al encuentro de su mujer, la cogió en brazos y balanceándola con suavidad le cantó:

Este niño tiene sueño
Tiene ganas de dormir,
Tiene un ojito cerrado
El otro no lo puede abrirJulia se reía. Durante la comida, mientras veía como engullía las patatas como si tuviera hambre atrasada, comenzó a lamentarse. Todo era muy bonito, pero faltaba lo mejor. Necesitaba sábanas, toallas, fajas, pañales…

Como buen pastor que era, Rebel, en materia de partos no conocía más que la simplicidad de los de las ovejas. Y aún estaba su mujer a mitad de la lista de las cosas que...