“Ansia de llorar mis culpas”. El deseo de narrarse en sor Francisca Josefa de Castillo

Vivir es disponer de la palabra, recuperarla, cuando se detiene su curso se interrumpe la vida y se instala la muerte.
Carmen Martín Gaite, Retahílas

Exordio

En Tunja (Colombia) las paredes del Convento de Santa Clara de la Real conservan aun la memoria de quien vivió entre ellas hasta 1742 como Madre Francisca Josefa de la Concepción de Castillo, había nacido 71 años antes en esa mismaciudad.
Desde el claustro, entre 1713 y 1724, por órdenes de su confesor (Padre Diego de Tapia) escribió una revisión de sus sentimientos espirituales desde que vio la luz del mundo por primera vez. El texto que resultó de esos años de escritura se inscribe dentro de la literatura autobiográfica de monjas místicas, relatos que nacen en el seno de los conventos en los siglos XVI, XVII y XVIII, yque narran vidas de sufrimiento y recogimiento en la fe católica femenina. Textos que permitían al confesor juzgar la verdad de lo escrito en ellos, y a la vez servían como material para la redacción de biografías ejemplarizantes (Ferrús Antón, 2005: 58).
En las siguientes páginas se analizará la construcción del sí-mismo y, en relación a él, del otro, en el texto conocido como Vida, de SorFrancisca Josefa de la Concepción de Castillo. Para ello se trabajó con la edición a cargo de Ángela Inés Robledo hecha para Fundación Biblioteca Ayacucho, y publicada en Venezuela el año 2007 bajo el título Su Vida.
Se utiliza el concepto de sí-mismo elaborado por Walter Mignolo:

[…] la dialéctica entre ‘sí-mismo’ y el ‘otro’ es relativa […] no hay razón lógica para identificar el ‘sí-mismo’ conel lugar de enunciación del poder (Europa, la masculinidad, los blancos) y el ‘otro’ con el lugar suprimido de la enunciación de los marginados (pueblos colonizados, femineidad, negros o chicanos), […] el ‘sí mismo’ es, como el pronombre personal en primera persona, privilegio del que enuncia y el ‘otro’, lugar obligado de quien es referido. (1989: 228)

Ella

“Muchas veces han dicho a voces:que desde que este demonio entró en este convento, no se puede sufrir; que soy revoltosa, cizañera, fingidora; que no sé quien es Dios” (2007: 96).
Francisca Josefa de la Concepción de Castillo lleva poco más de veinte años dentro del Convento de Santa Clara de la Real; la experiencia no ha sido fácil, expuesta a las injurias y malos tratos de sus compañeras está confundida: “perra loca, perraloca santimoñera, que has de ser aquí eterna para tormento de todas; comulgadora” (131). Los rumores ajenos no le permiten verse y entre murmullos intenta saber quién es.
Su confesor, Diego de Tapia, coloca la pluma sobre sus dedos y le ordena escribir sus experiencias. Tiene ante sí la oportunidad de hablar para siempre, escribir, ser leída. Francisca Josefa, obedeciendo a otro, puederecuperar-se, rearmar-se.

Escribir desde la obediencia supone inscribirse en un discurso de poder, evidenciar sus pliegues. Pero este gesto se torna ambivalente, pues desde aquí es posible desatar una estrategia que haga pasar a los ojos de la autoridad un gesto discursivo que de otra manera podría entenderse como subversivo. (Ferrús Antón, 2005: 63)

Desde las páginas, sus primeros años de vidaemergen con el peso de la soledad y el recogimiento de una niña que huye al contacto de los demás: “Tuve siempre una grande y como natural inclinación al retiro y soledad” (61). Su mismo nacimiento fue causa de grandes padecimientos para su madre, quien llegó a pedir confesor viéndose muerta y enterrada al parirla. Nace haciendo sufrir, la culpa que carga desde entonces la lleva a mantener distancia delmundo circundante por temor al daño que pueda causar.
Pasa su infancia viendo a su madre leer vidas de santos y deseando imitarlos en la virtud de sus acciones. Quisiera ser como Santa Teresa de Jesús, pero descubre que no tiene la constancia que se necesita para eso. La culpa niña se alimenta de su incapacidad para ser ejemplo de vida. Como único entretenimiento y consuelo, como intento de...