A partir del golpe de Estado de 1976, el sistema de desaparición de personas adquiere una escala nacional y una sofisticación burocrática que hace uso de los recursos e instalaciones estatales: se convierte en la modalidad represiva por excelencia (cfr. Calveiro, 2006). Si bien, tras la intervención militar, la junta de gobierno integrada por las tres armas (Ejército, Marina y Aeronáutica)estableció consejos de guerra militares con facultades para dictar sentencias de muerte, este instrumento solo fue usado en casos considerados de «peligrosidad mínima», la mayoría de los cuales fueron juzgados así luego de circular previamente por el sistema ilegal (Novaro y Palermo, 2003: 82). De hecho, la estrategia represiva dejó de girar en torno al sistema legal de cárceles para estructurarse en elsistema clandestino de detención y desaparición de personas. Esta estrategia, que más tarde se conceptualizó como «terrorismo de Estado», supuso la división proporcional del territorio nacional en zonas de injerencia de las distintas armas. Sobre la división trazada en 1975 por el Ejército en cinco zonas, cada una de las cuales correspondía a un cuerpo de su formación, una vez iniciada ladictadura, se diseñaron zonas especiales bajo jurisdicción de la Armada y la Aeronáutica. La bibliografía no coincide en este punto. Vázquez documenta la división en cuatro zonas, en lugar de cinco: la Patagonia bajo el quinto cuerpo del Ejército, la Capital Federal bajo el primero, el Litoral bajo el segundo y toda la región del Centro, Cuyo y el Norte Argentino bajo el tercero (Vázquez, 1985: 28). A suvez, las zonas se dividían en subzonas a cargo de brigadas y éstas en áreas al mando de distintos regimientos (Novaro y Palermo, 2003: 118). En esta cartografía se registró en aquel momento la existencia de 340 clandestinos de detención (CCD) en 11 de las 23 provincias argentinas. Fueron, en algunos casos, dependencias que ya funcionaban como sitios de detención. En otros se inauguraron enlocales civiles, dependencias policiales y asentamientos militares. Los CCD respondían a una doble conducción, por una parte a los denominados «grupos de tareas» (GT) o «patotas», conformados generalmente por efectivos de la fuerza a la cual correspondía el establecimiento bajo la dirección de un jefe y, por otra, a los responsables de cada zona en cuestión. (CONADEP, 1984: 257). Esta ingeniería searticulaba con la red de servicios de inteligencia militar y estatal que llevaban adelante el seguimiento, fichaje y clasificación de potenciales víctimas, así como el archivo de la información obtenida de los secuestrados y la elaboración de informes a las cúpulas militares.
La secuencia de los «operativos» llevados adelante por los GTs seguía un modus operandi relativamente estable. El primerpaso requería la coordinación de distintas fuerzas represivas. Esto suponía pedir «luz verde» en la jurisdicción policial para poder actuar. Una vez declarada el área liberada se procedía al secuestro de la víctima, ya fuera en su domicilio personal (62%), en la vía pública (24,6%), en el lugar de trabajo (7%) o de estudio (6%). La mayoría de los secuestros eran realizados durante la noche (62%)(CONADEP, 1984: 17y 25). La víctima, entonces, era secuestrada (»chupada»), encapuchada (»tabicada») e ingresada a un CCD. Allí, el rito iniciático era la tortura bajo argumento de obtener la mayor información lo más rápido posible, en muchos casos, sin embargo, la tortura se prolongaba durante el período de cautiverio, tanto la física como la psicológica. El abanico de los métodos empleados, segúnpalabras de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), «sobrecoge por la imaginación puesta en juego» (1984: 26). La deshumanización de la víctima, identificada por un número y las pésimas condiciones sanitarias y alimenticias, formaban parte del proceso tortuoso. Los destinos posibles podían ser la «recuperación» e incorporación al staff de los agentes de la represión, la...
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