Chance Gardiner
Se adivina, tras la cara de angelote eterno de Tom Hanks, igual que en la del larguirucho TimRobbins (El gran salto, de los Coen), la ingenuidad desvalida pero aparente de James Steward o Gary Cooper en los 30, cuando el director Frank Capra, ese italiano amante del sistema, los instalaba comorostro del hombre común asediado por el medio corrupto al cual, sin embargo, era el único capaz de redimir. Forrest Hanks es el reflejo exagerado del hombrecito de provincias (del Sur Profundo, paracolmo), detrás del que se agazapa inesperado el arrollador y valiente genio de los negocios y la familia. Hasta cada detalle de su paso por el mundo produce la Historia Contemporánea. Elvis Presleyaprende sus contorsiones en la pensión de Alabama, propiedad de la madre (Sally Field), y un telegrama de Gump desde el edificio Watergate desencadena la investigación que volteará a Nixon.
Allícoincide con Zelig: Woody Allen filtraba su propia imagen de actor-personaje entre la comitiva de Hitler y los rostros de la high class del 30, y Forrest, merced a la tecnología computarizada, choca los...
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